Se confirma la sospecha: el arma con la que fue asesinado Jaime Zapata, agente del servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos, en una carretera de San Luis Potosí, fue rastreada hasta un hombre del área de Texas, según una investigación que culminó con la detención de dicha persona y otros dos contrabandistas de armas en un suburbio de Dallas.
EU sufre así, en carne propia, lo que los mexicanos padecemos a diario a consecuencia del consumo de drogas en aquel país y de un sistema de circulación de armas de fuego que, al amparo de supuestas libertades civiles, encubre un mercado negro que surte de pistolas y rifles a los cárteles de la droga.
Siete de cada diez mexicanos víctimas de la lucha contra el crimen organizado son abatidos por armas cuyo origen es Estados Unidos.
Amparado en la segunda enmienda de su Constitución, EU se dice inhabilitado para detener la venta indiscriminada de armas al público. Tal legislación es respaldada por sectores duros —como la Asociación Nacional del Rifle— y por cabilderos de la industria armamentista que pregonan que una nación de hombres armados es más segura.
Doble moral pura, ya que ese marco legal permite el tráfico de armas que cruzan la frontera, con la necesaria complicidad de agentes aduanales de aquel país. Además, en 2004 la ley no sólo permitió la venta de armas pequeñas, sino que liberalizó la de rifles de asalto que superan con mucho las necesidades de protección personal de un ciudadano promedio.
En nuestro territorio es donde tenemos que lidiar con criminales armados desde Estados Unidos, que, paradójicamente, a nivel gubernamental, nos vende armas y apoyo logístico militar, vía programas como la Iniciativa Mérida, para que nuestras fuerzas armadas tengan capacidad de fuego similar a la de los delincuentes. Se cierra así un círculo vicioso de violencia, en el que allá ponen las armas —legales e ilegales— y nosotros la batalla y los muertos. No es justo.
Por muy poderoso que sea el lobby de las organizaciones a favor de la libre circulación de las armas estadounidenses, la administración del presidente Obama ha de reconocer que el tema es delicado y que está fuera de control.
México no pretende conculcar libertades en Estados Unidos. Aspira a que se acabe con el tráfico ilegal de armas y que haya homogeneidad en los criterios de venta de las mismas, ya que no es lo mismo adquirir armas en la estricta California que en la liberal Texas, donde se pueden comprar y vender artefactos de grueso calibre si así se desea, sin exigir grandes requisitos a los compradores.
Y, de nuevo, habrá que recordar que un arma texana se usó para ultimar al agente Jaime Zapata.
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