The Neocon Renaissance

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Tras una severa derrota republicana en las legislativas del 2006, el 12 de diciembre, Donald Rumsfeld, secretario de Defensa y neo-con “en jefe”, anunció su dimisión. Aquel gesto se interpretó como el final de una era, y muchos medios publicaron el obituario político del movimiento neo-con, el grupo de asesores que aconsejó a Bush una política exterior basada en la expansión de la democracia a cañonazos.

Hastiado por una violenta ocupación de Irak que parecía no tener fin, el pueblo norteamericano había enterrado una ideología odiada en el resto del mundo por su uso desacomplejado de la superioridad militar estadounidense. Incluso el tozudísimo George Bush nombró a un secretario de Defensa pragmático como Robert Gates, y recalibró su política exterior hacia una dirección más realista(*).

Sin embargo, apenas cuatro años después, escuchando a los presuntos presidenciables republicanos y otros líderes conservadores hablando de la crisis libia cabe concluir que la ideología neo-con goza de una salud de hierro dentro de las filas republicanas. Tanto McCain, como Gingrich, Palin o Pawlenty han criticado con dureza a Obama por su timidez a la hora de lanzar una ofensiva contra el coronel Gadafi.

Los únicos políticos con un perfil nacional en el Grand Old Party en cuestionar la necesidad de intervenir militarmente en Libia han sido el veterano senador Richard Lugar, un realista de la vieja escuela, y Ron Paul, el añejo icono libertario que aboga por el aíslacionismo en política exterior.

El hecho de que el primero, en el punto de mira de los activistas conservadores, se enfrente a una difícil reelección el año que viene, y el segundo sea ridiculizado como una especie de “Don Quijote” por parte del “establishment” republicano, muestran hasta qué punto la batalla por el alma del partido se encuentra decantada a favor de los neo-con.

De hecho, más que haberse producido una resurrección de la ideología neo-con entre las filas conservadoras, la realidad es que ésta nunca llegó a morir. No hay que olvidar que fue John McCain, uno de los máximos paladines del neo-conservadurismo en el Capitolio, quien se impuso en las primarias republicanas del 2008, y que, a excepción de Paul, ninguno de sus adversarios cuestionó abiertamente los grandes principios del paradigma neo-con.

A pesar de la caricatura fácil de los neo-cons como unos cowboys del siglo XXI, que tanto triunfó en la prensa internacional, la realidad es que este movimiento ha sido capaz de encarnar algunos principios y mitos inseridos en el ADN político de Estados Unidos, por lo que es lógico que un simple revés militar no haya sido capaz de erradicarlo del mapa.

El mito fundador del país como “the beacon on the hill”, el faro que guía el progreso de la humanidad, encaja perfectamente con la cruzada neo-con para expandir la democracia en el mundo. Igualmente, su confianza en el poderío militar estadounidense es un reflejo del carácter optimista del pueblo estadounidense, de la noción que no hay un desafío que se resista a su pericia y tenacidad.

Ahora bien, habría que ver si todos estos presuntos aspirantes a la Casa Blanca que critican a Obama por timorato tienen los “guts” (“estómago”) para meter al país en una nueva aventura militar en un país extranjero con ocupación terrestre incluida, o todo es pura retórica para ganar puntos entre las bases más conservadoras.

(*) Realista en este artículo se refiere a la escuela de pensamiento dentro de la doctrina de las Relaciones Internacionales.

http://es.wikipedia.org/wiki/Realismo_en_pol%C3%ADtica_internacional

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