Inclusion Leads to Excellence

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La inclusión que conduce a la excelencia

Por: SERGIO MUñOZ BATA | 6:36 p.m. | 04 de Abril del 2011

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Aún hay muchos en EE.UU. que piensan que las minorías no forman parte integral del tejido del país.

Confieso que cuando oigo los nostálgicos argumentos de quienes abogan por revisar el pasado para recuperar la grandeza sin par del sistema educativo estadounidense, siento un escalofrío que me recorre por la columna vertebral.

Si el triunfalismo posterior al fin de la segunda guerra mundial define el inicio de la llamada “Centuria Americana”, una época en la que el despegue económico, militar, social y cultural de EE. UU. es impresionante e indiscutible, ya para la década de los 80 la Comisión Nacional para la Excelencia en Educación publica su alarmante informe sobre ‘Una nación en riesgo’, en el que se narra la declinación del sistema educativo.

Tampoco estoy de acuerdo con la idea de que del pasado salgan las herramientas necesarias para enfrentar el futuro, pero estoy convencido de la necesidad de afrontarlo críticamente para resaltar los errores y las omisiones que lo han caracterizado. Es cierto que la brecha en aprovechamiento académico que hoy existe entre los estudiantes de nivel secundario de Estados Unidos y los de otros países desarrollados, por ejemplo, Finlandia, Holanda, Singapur o Japón es cada vez mayor.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, en lectura, por ejemplo, Estados Unidos se sitúa en el decimoquinto lugar entre 29 países, con resultados por debajo del promedio mundial. En ciencias, aunque los jóvenes americanos ascienden al lugar 21 entre 30, sus resultados siguen por debajo del promedio; en matemáticas están en el lugar 25 de 30, pero otra vez quedan por debajo del promedio. En el área de resolución de problemas se sitúan en el lugar 24 de 30, pero también por debajo del promedio.

Peor aún, los estudiantes minoritarios, que para el 2050 serán la mitad de la población, conforman el grueso de los estudiantes con menores índices de aprovechamiento. Y esto es así porque el sistema educativo de este país es profundamente inequitativo. Cómo, si no, explicar que los estudiantes estadounidenses son quienes obtienen las mejores y las peores calificaciones.

Así las cosas, resulta difícil justificar la miopía de los políticos del estado de Texas, que para reducir el déficit presupuestal que hoy enfrentan, la mayoría republicana en la asamblea estatal, y el gobernador Rick Perry, también republicano, quieren recortar la ayuda financiera a estudiantes universitarios, de primaria, kindergarten y preescolar, y recortar el pago a los doctores que atienden a niños de bajos ingresos que opera con fondos de un programa de salud estatal.

Texas ocupa el lugar 43 entre los 50 estados de la Unión Americana en gasto per cápita en educación y con el mayor número de niños sin seguro sanitario. Los hispanos son ahora la mayoría de los 5 millones de estudiantes que asisten a las escuelas públicas y son también quienes tienen los mayores índices de deserción escolar y menos acceso al cuidado de la salud.

Aun así, la mayoría de los ciudadanos de raza blanca en Texas piensan que el gobierno estatal es ya demasiado generoso con las minorías tanto en educación como en sanidad aparentemente sin percatarse de que si el estado no se esfuerza por educar a las minorías el futuro económico de la nación, del estado y de sus pensiones, que dependen del seguro social, se pone en riesgo.

Desafortunadamente, todavía hay muchos en este país que piensan que las minorías no forman parte integral del tejido social, económico y político del país. Son individuos que siguen sin entender que la división no conduce a la excelencia y si de lo que se trata es de alcanzarla más que voltear al imaginado pasado hay que entender el presente con pragmatismo y esforzarse por facilitar la inclusión para labrar un mejor futuro para todos.

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