Con menos del cinco por ciento de la población mundial, los norteamericanos consumen cerca de un cuarto de todo el crudo del planeta.
Un Medio Oriente sacudido por turbulencias sociales. La energía nuclear impugnada por la debacle de los reactores atómicos de Fukushima. Estados Unidos recordará en pocos días, el 20 de abril, su mayor desastre ambiental: el estallido de la plataforma petrolera Deepwater Horizon y el enorme derrame de crudo en el Golfo de México. En esta situación inquietante el Presidente Barack Obama delineó su política energética en discurso ante la Universidad de Georgetown, en Washington la semana pasada. Destacan dos metas importantes: cortar las importaciones de petróleo en un tercio con miras al año 2025. También reiteró el objetivo de trabajar para que el 80 por ciento de la electricidad generada, para el año 2035, provenga de energías limpias. Es decir aquellas que generen el mínimo de emisiones de gases de efecto invernadero.
En Estados Unidos, como en el resto del mundo, la primera y más rentable inversión es aquella destinada al ahorro y la eficiencia. En este sentido Obama ya se ha reunido con grandes empresas distribuidoras para señalarles la necesidad de mejorar el rendimiento de sus enormes flotas de vehículos. De hecho el gobierno fijará requisitos de ahorro más estrictos tanto para vehículos pesados como para los automóviles. También se adelantan nuevos estímulos para las energías renovables como la eólica, la solar y la geotermia que es importante en el país. Desde hace algún tiempo ya se considera la construcción de trenes rápidos en las regiones de mayor densidad poblacional.
Estados Unidos alcanzó su máxima producción petrolera a comienzos de la década del 70. Desde entonces el consumo no ha cesado de crecer mientras cae la producción. Con menos del cinco por ciento de la población mundial, los norteamericanos consumen cerca de un cuarto de todo el crudo del planeta. Ya en 1973 el Presidente Richard Nixon proclamó su “Proyecto Independencia”, destinado a garantizar la autosuficiencia en escasos años. Luego sucesivos presidentes norteamericanos reiteraron su voluntad de acabar con la adicción al petróleo. Pero uno tras otro entregó el gobierno con una quema de crudo superior al anterior. Después de Nixon, fue Ronald Reagan quien postuló la necesidad de “desarrollar nuevas tecnologías y mayor independencia del petróleo importado”. Luego, George H. W. Bush señaló que “no hay seguridad para Estados Unidos si dependemos del petróleo extranjero”. Bill Clinton, por su parte, dijo que “necesitamos una estrategia energética de largo plazo para maximizar la conservación y, a la par, maximizar el desarrollo de fuentes alternativas de energía”. George W. Bush postuló que “debemos abandonar nuestra economía basada en el petróleo y hacer de nuestra dependencia del Medio Oriente algo del pasado”. Obama ya dijo en 2010: “Por décadas hemos sabido que los días del petróleo barato y de fácil acceso estaban contados. Por décadas, hemos hablado y hablado sobre la necesidad de acabar con la centenaria adicción americana a los combustibles
fósiles. Y por décadas, hemos fallado en actuar con el sentido de urgencia que este reto exige. Una y otra vez el camino ha sido bloqueado no solo por los lobbystas de la industria petrolera sino también por una falta de coraje político”. Está por verse si las iniciativas anunciadas por la Casa Blanca se cumplirán.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.