Lo que los mexicanos pensamos del mundo dice mucho sobre nosotros mismos. Cada dos años, el CIDE y el Comexi toman una radiografía sobre la manera como los mexicanos percibimos la escena internacional. Esta fotografía refleja a un pueblo pragmático, con baja carga ideológica y preocupado esencialmente por su seguridad, su bienestar y, bien interesante, por el prestigio de la nación.
Los mexicanos saben distinguir muy bien entre sus sentimientos y sus intereses. Ante la pregunta de ¿qué tan de acuerdo estaría usted con que México y Estados Unidos formen un solo país, si esto significara una mejor calidad de vida para usted? El 54% de los encuestados respondieron favorablemente. El 55% está de acuerdo en que se difundan ideas y costumbres de otros países en México. Igualmente, más de la mitad de los mexicanos está a favor de que nuestro país juegue un papel más activo en la globalización, incluyendo el libre comercio.
Aunque lo criticamos muy a menudo, también queremos mucho a nuestro país (81% responde así). El corazón lo tenemos más cerca de América Latina, pero la cabeza y los intereses los tenemos en América del Norte. Los tres países que más admiramos son Canadá y Estados Unidos (68%) y en tercer lugar España (64%). Los que menos nos simpatizan son El Salvador, Israel e Irán.
Estas percepciones están basadas en lo que los mexicanos observamos a través de los noticieros o las declaraciones de líderes políticos o de opinión. Tres cuartas partes de la población jamás ha viajado al extranjero y solamente 2% de los mexicanos ha salido del país más de 10 veces. Es una minoría muy reducida la que puede sustentar sus opiniones sobre la base de una experiencia directa. De ahí que Estados Unidos sea el país que figure más alto en la encuesta, pues la cercanía y nuestros familiares migrantes nos traen información directa de cómo es el vecino del norte.
Los mexicanos quisieran que nuestra política exterior concentrara sus esfuerzos en el combate al crimen organizado, la protección del medio ambiente y la promoción de la cultura mexicana. Éstas son las tres prioridades más altas.
El aspecto de la cultura llama poderosamente la atención. Tres de cada cuatro mexicanos tienen la seguridad de que nuestra cultura es una poderosa carta de presentación frente al mundo. Más que una cuestión de orgullo, la gente percibe que a través del llamado soft-power, México sería más respetado y valorado a nivel internacional; su capacidad de negociación sería más fuerte. La gente percibe que los países admirados son los que ocupan mejores posiciones en el tablero mundial. Este dato no debiera pasar inadvertido por nuestras autoridades culturales y diplomáticas.
Los políticos mexicanos que inician sus campañas para la Presidencia debieran poner atención sobre el tipo de liderazgo que más admiran y más repudian los mexicanos. Los tres mandatarios más apreciados resultaron ser, en este orden, Luis Inacio Lula da Silva de Brasil, Barack Obama de Estados Unidos y José Luis Rodríguez Zapatero de España, todos ellos con más de 60% de aprobación. Por contraste, los líderes que generan mayor rechazo entre los mexicanos son Raúl Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela. Para la mayoría de los mexicanos, si el líder es bueno, su país es apreciado en una medida similar. Si a su juicio se trata de un mal dirigente, la imagen de su país es igualmente mala. Así, más nos vale tomar buenas decisiones en las elecciones de julio del año próximo para que en casa estemos más satisfechos.
Por último, resulta sorprendente que la mayoría de los mexicanos desea que nuestro gobierno aplique una política migratoria hacia los centroamericanos que es idéntica a la que impulsan en Washington para nuestros migrantes. Es decir, tres de cada cuatro mexicanos quisieran que se aumentaran los controles en nuestra frontera sur o que se deportara a los indocumentados centroamericanos. Pide, asimismo, que se establezcan programas de trabajadores temporales, como se discute actualmente en el Congreso de Estados Unidos. Podría suponerse entonces que si Estados Unidos refuerza los controles en su frontera, los mexicanos lo verían como una política aceptable o cuando menos comprensible, ya que es lo mismo que quisiéramos ver en nuestros límites con Guatemala.
La mentalidad de los mexicanos respecto al exterior está cambiando más rápidamente que el discurso político. El asunto de la soberanía o bien se le conoce mal o simplemente carece de la importancia que suelen atribuirle los partidos políticos. El grueso de los mexicanos ve con buenos ojos la inversión extranjera, las expresiones culturales de otros países y aún más, la cooperación internacional para combatir el crimen en México. La gente, en una palabra, quiere mejorar su calidad de vida y para ello observa que mientras más abierto esté nuestro país a las tendencias mundiales, mejor.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.