The Free Trade Agreement with the United States

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El TLC con EE.UU.

En febrero 27 del 2006, hace cinco años, se firmó el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Colombia, después de 21 meses de negociaciones, 15 rondas y 100 reuniones, para mencionar solamente los encuentros formales. Ya se podrá imaginar el lector el sinnúmero de convenios que tuvieron que producirse para concertar con todos los gremios del país los términos del acuerdo. Para entrar en vigencia dicho convenio, se requiere la ratificación de los congresos de ambos países. En junio del 2007 el tratado fue ratificado por nuestro Congreso, sin embargo aún no sido aprobado por el Congreso de los EE.UU.

Tal como puede suponer hasta el más desprevenido, existe una asimetría en la negociación. Colombia como el actor débil de la negociación tuvo que aceptar algunas imposiciones en materia agrícola y en el campo de las patentes, que fueron tragos amargos para nuestros negociadores. Cuando se sientan a negociar un peso pesado y uno mini mosca, es imposible llegar a acuerdos que consulten el equilibrio absoluto, a pesar de lo cual el tratado que se firmó beneficia el comercio de Colombia, ya que permite el acceso permanente al mercado más rico del mundo, con el cual ya tienen acuerdos similares varios de nuestros colegas latinoamericanos como México, Centro América, Perú y Chile, y se evita la incertidumbre de obtener la prórroga, cada cierto tiempo, del Atpdea.

Durante cinco años los gobernantes de nuestro país han realizado toda suerte de diligencias para que los Estados Unidos lo ratifiquen. ¿Qué hay detrás de tan manifiesta renuencia? El Partido Demócrata se ha opuesto al tratado con Colombia. Sus dirigentes más destacados así lo han manifestado. Las declaraciones de Nancy Pelosi, líder de las minorías en la Cámara, han sido reiterativas. También influyen los sindicatos, importante fuente electoral de los demócratas. Su convicción es la de que los tratados económicos socavan el empleo. Para vulnerar el tratado utilizan el argumento de la inseguridad que padecen los sindicalistas colombianos, al igual que muchos otros ciudadanos, como consecuencia de esta absurda degradación del respeto por la vida que nos agobia, producto en buena medida del narcotráfico, que los mismos estadounidenses sustentan mediante el consumo de la cocaína.

Colombia ha sido un aliado fiel de los Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Con su ayuda y solidaridad hemos luchado contra el flagelo de la droga. El Atpdea fue una concesión comercial unilateral creada en el año 1991 con el fin de compensar a Bolivia, Ecuador, Perú y Colombia en su lucha contra el flagelo del narcotráfico. Por ser gratuita y temporal no es estable. En este año no se ha renovado, y quienes dependen de su ratificación para exportar se encuentran actualmente desamparados. Con el nuevo tratado el Atpdea ya no será necesario.

Por fortuna, la semana pasada en entrevista con el presidente Juan Manuel Santos, el presidente Barack Obama se comprometió personalmente a impulsar el Tratado de Libre Comercio entre nuestros países. Se le abona al presidente Santos sus buenos oficios para obtener el asentimiento de la autoridad más importante del los EE.UU., y al presidente Obama la voluntad de rectificar. Durante su campaña para ser elegido se opuso firmemente al tratado.

Vale la pena resaltar que este tratado, al cual aún le falta la ratificación del Congreso de los EE.UU., se le ha otorgado una trascendencia de la cual carece. No es la panacea económica; aunque beneficia el país no va producir cambios sustanciales.

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