Pocos días después de hacer público su certificado de nacimiento, Barack Obama ha vuelto a hacer historia con la operación militar que ha acabado con la vida de Osama Bin Laden, el lider de Al Qaeda y enemigo público número 1 de Estados Unidos. Obama ha dado un golpe de autoridad, quizá el mayor que podía hacer, para reivindicar su presidencia y, sobre todo, para agitar la conciencia de su país, que ha recibido la noticia con euforia, orgullo y patriotismo.
Barack Obama ha dejado de ser el primer presidente afroamericano para convertirse en el presidente que acabó con Bin Laden. Ni Bill Clinton, ni George W. Bush, que durante sus mandatos sufrieron el azote de Al Qaeda, fueron capaces de capturarlo. Pero Obama sí. Este hito no supondrá el fin de la amenaza terrorista sobre Estados Unidos y el resto del mundo occidental, pero sí supone un golpe de efecto de dimensiones titánicas.
Una de las primeras consecuencias que tendrá, desde el punto de vista interno, es que la valoración de Obama se disparará y volverá a recuperar el apoyo de muchos votantes que se sentían defraudados por su gobierno. La economía, que era el tema estrella en la incipiente campaña presidencial de 2012, tendrá que competir con la seguridad nacional, un tema que hasta la fecha pertenecía a la agenda de los republicanos y que hoy ha sido arrebatada por Barack Obama, quien ha dado un paso de gigante para su reelección.
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