The Burial of Osama — and Bush

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Osama bin Laden era una asunto no resuelto para los estadounidenses al menos desde 1998, cuando este terrorista saudí ingresó a la lista de los hombres más buscados por el FBI. Bajo la planeación de Bin Laden, en agosto de 1998 fueron atacadas las embajadas de Estados Unidos en Kenia y en Tanzania. El entonces presidente Bill Clinton prometió capturar a Osama, pero se fue de la presidencia en enero del 2001 sin haberlo logrado.

Bin Laden se escondió en Afganistán desde entonces y fue cobijado por el ahora desaparecido régimen talibán, con cuya ayuda planeó los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001. Esos ataques revolucionaron la política exterior del entonces recién electo George W. Bush y cambiaron la vida de miles de millones de personas para siempre, ya que impactaron profundamente en la manera en la que millones nos transportamos en todo el mundo y porque modificaron radicalmente la vida de millones más en países como Afganistán, Irak y, en general, en todo el Medio Oriente.

Si con Bill Clinton, la captura de Osama era un asunto no resuelto, con George W. Bush se convirtió en una obsesión personal. En torno a la figura de Osama, Bush armó todo un discurso maniqueo de los “buenos” contra “los malos”; en torno a la figura de Osama, Bush dividió al mundo en “el eje del mal” y calificó la política exterior de otros países con respecto a si estaban a favor o en contra de la nueva política de seguridad lanzada por su gobierno. Tan sólo basta con recordar que el nombre inicial de la operación militar lanzada contra el régimen Afganistán en 2001 fue el de “Justicia Infinita”, para entender hasta qué grado la captura de Bin Laden era una obsesión personal de Bush Jr.

Osama se convirtió durante los ocho años de la presidencia de Bush en un recurso discursivo para la movilización del voto electoral. Con una política del miedo que bien podría resumirse en un: “o me reeligen a mí o con John Kerry y los demócratas, Al Qaeda volverá a atacar”, Bush ganó la reelección en el 2004 sin haber cumplido la promesa de capturar a Bin Laden “vivo o muerto”.

Nueve años y ocho meses después de los atentados del 2001, y casi trece años después de los ataques contra las embajadas en África, el Presidente Obama anunció la captura y la muerte del hombre más buscado por Estados Unidos.

La muerte de Osama bin Laden representa una enorme victoria para la presidencia de Barack Obama. El New York Times incluso habla de una “presidencia transformada”. Y en efecto es un logro de la mayor trascendencia que ayuda a Obama a pavimentar más sólidamente el camino a la reelección en el 2012, pero que especialmente significa el entierro de la política del miedo iniciada por George W. Bush.

Tan sólo basta con leer el mensaje prudente, sin tonos triunfalistas bravucones, de casi diez minutos que Barack Obama dio a su pueblo y al mundo para dar a conocer la muerte de Bin Laden. En ese mensaje no hay un solo “We Got Him” o “Lo atrapamos”, como seguramente hubiera hecho George W. Bush o cualquier otro halcón republicano. Por el contrario, en el mensaje de Obama hay un tono serio y calmado. Hasta el momento ni siquiera se ha mostrado el cuerpo de Bin Laden, como sí hizo Bush al mostrar imágenes y videos de la captura “como una rata” de Saddam Hussein en diciembre del 2003 y de su posterior ejecución en el 2006.

La captura de Bin Laden es simbólica porque como comentan varios analistas de seguridad y expertos en terrorismo, Al Qaeda seguía activa ya sin la dirección de Bin Laden desde el 2001. Osama no era más que un líder ideológico ya y las operaciones y de las células terroristas de Al Qaeda, que no han atacado con éxito ninguna ciudad occidental desde el 2005, están difusas y bajo el mando del egipcio Ayman Al Zawahiri.

La captura de Osama volverá a poner el reflector por unas semanas en la seguridad. Ya el Departamento de Estado ha advertido a los estadounidenses sobre riesgos de viaje a algunos países árabes y tal vez se incremente la seguridad y la alerta terrorista en Estados Unidos para prevenir alguna represalia. Sin embargo, la muerte de Osama le quita al Presidente Obama una promesa de campaña: “matar a Osama bin Laden”, y le fortalece sus credenciales en política de seguridad y exterior, pero quizá lo más importante es que le quita del camino este tema para concentrar la reelección en sus temas: la economía y en los temas suaves de la política exterior, y sí, enterrando la política del miedo que Bush tanto utilizó.

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