The U.S.: Universal Judge of Human Rights?

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Cuando a principios de abril salió a la luz y en internet el reporte anual sobre derechos humanos del Departamento de Estado, tres cosas me llamaron la atención de manera muy especial:

Una, su amplitud. Casi dos millones de palabras que impresas dan más de siete mil paginas. La otra, que casi ningún país del mundo queda sin crítica, ya que se analizan las prácticas de 194 naciones. Y tercera, que el Tio Sam se considera perfecto, no se escrutiniza a sí mismo pero sí se siente en pleno derecho de revisar el respeto a los derechos humanos en el resto del planeta.

Y uno se pregunta si será que este país se considera perfecto o de qué privilegio goza Washington para otorgarse el cargo de juez universal y aprobar o reprobar las condiciones sociales en el mundo.

No en balde, el reporte se ha emitido cada año desde 1976 y la misma secretaria de Estado Hillary Cinton recientemente lo definió como “el récord más completo con el que se cuenta sobre la condición de los derechos humanos alrededor del mundo”.

Pero este, el único informe que existe sobre el tema emitido por un gobierno (hay otros pero son de organismos independientes o privados) no sólo puede calificarse de completo como dice la funcionaria, sino de impresionantemente crítico y extraordinariamente detallado.

En el caso de México, por ejemplo, se trata de 40 páginas donde se analizan problemas como el secuestro, arrestos arbitrarios, corrupción, torturas, impunidad, violencia doméstica y contra periodistas, tráfico de personas, abuso de menores y discriminación en contra de la población indígena, para citar sólo parte.

En términos generales salimos reprobados. El reporte afirma que la estrategia que sigue el gobierno del presidente Felipe Calderón en contra del narcotráfico no respeta los derechos fundamentales y cita ejecuciones judiciales y otros abusos, así como impunidad cuando se ve involucrado el ejército o miembros de las policías locales y estatales.

Sin embargo, el reporte no sólo habla de países con conocidos desafíos sociales, sino que en realidad, como se dice popularmente, no deja títere con cabeza. Critica incluso a naciones que raramente vienen a la mente como lugares donde se pisotean los derechos fundamentales.

Digamos Suiza, para muchos la viva imagen del paraíso social, pero donde de acuerdo al informe, la policía “usa fuerza excesiva” o Canadá, otro que creíamos casi perfecto y donde ahora resulta se molesta y hostiga a las minorías religiosas, hay violencia en contra de mujeres y tráfico de personas.

Nadie se escapa y eso es bueno. El escrutinio es para países ricos y pobres, grandes y pequeñitos, débiles y poderosos. La atención a los detalles caso por caso es impresionante, como muestra el análisis a las diminutas islas que integran el archipiélago de Vanuatu en el Pacífico Sur, que sólo tiene 220 mil habitantes pero el reporte le dedica más de cinco mil palabras para citar violencia policiaca, cárceles inmundas y un lento y corrupto sistema judicial.

Sin embargo los críticos de este reporte anual argumentan que a pesar de su extensión y del trabajo y esfuerzo que implica, Washington no diseña su política exterior ni sus relaciones con otras naciones en base a este minucioso estudio sino al contrario. Cuando sus intereses están de por medio, las violaciones a los derechos humanos no son necesariamente un obstáculo para tener lazos estrechos con algún país.

De hecho, según los expertos, las críticas estipuladas en el informe y el hecho de que este país se pinte como perfecto señalando las fallas de los demás, lo único que logra es furia y antipatía hacia este país a nivel internacional.

Rusia que resulta duramente criticada en el último reporte ha dicho que el documento es la mejor prueba de las dos caras de Washington y de la politización de los derechos humanos, señalando Moscú como ejemplo, la controversial prisión de Guantánamo.

China por su parte, que tampoco salió bien librado, ha empezado a emitir su propio reporte pero analizando sólo a los Estados Unidos, país que, dice, ignora totalmente sus propios problemas y utiliza los derechos humanos como arma política para villanizar a unos y avanzar sus intereses.

Para algunos analistas los recientes acontecimientos en el norte de África y el Medio Oriente son la mejor evidencia de que la Casa Blanca no reclama los mismos valores universales en todos lados.

Así Estados Unidos ha reaccionado positivamente aliándose con la oposición en Egipto, Túnez, Libia y Yemen, pero se ha mantenido pasivo con lo que sucede en Bahrain, donde se ha dado muerte a decenas de disidentes, impuesto la ley marcial y encarcelado a cientos de personas. Pero es que ahí el Pentágono tiene una base naval estratégica y fundamental.

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