Israel: A U.S. Domestic Political Issue

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Israel, un asunto de politiquería doméstica en EEUU

25MAY 2011 23:59

Israel ha sido un asunto de política doméstica en EEUU desde que Harry Truman, contra la opinión del Departamento de Estado, decidió votar a favor del plan de participación de Palestina en la Asamblea General de la ONU en 1948 a causa de la importancia del voto judío para su reelección unos meses más tarde. Sin embargo, nunca antes había sido utilizado como una arma arrojadiza de una forma tan directa y obscena como esta semana.

En su discurso del pasado jueves sobre su política en Oriente Medio, Obama abogó públicamente por una fórmula que ha jugado un rol central en todas las negociaciones de paz de las últimas dos décadas, patrocinadas siempre por EEUU: la utilización de las fronteras de previas a la guerra del 1967, modificadas con intercambios de territorios consensuados por las partes, como base de un acuerdo de paz.

Es decir, que Israel podrá anexionarse los principales asentamientos en Cisjordania, incluidos los situados en los suburbios de Jerusalén, a cambio otorgar al futuro Estado palestino un territorio de una dimensión equivalente que actualmente forma parte de Israel. En definitiva, nada que debiera alarmar a los amigos de Israel en EEUU.

La estrategia de Obama para relanzar el proceso de paz pasa por intentar acordar las fronteras entre los dos futuros Estados, creando así confianza entre las partes, antes de empezar a discutir asuntos más espinosos y emocionales como el derecho al retorno de los refugiados, o la división de Jerusalén. De ahí, la necesidad de exponer públicamente el marco en el que desarrollar las conversaciones.

En todos los otros elementos del contencioso entre palestinos e israelíes, Obama se alineó en su discurso con la posición israelí: negó la capacidad de Hamás de participar, incluso indirectamente, en negociaciones de paz sin reconocer a Israel; advirtió al presidente palestino, Mahmoud Abbas, que EEUU no apoyará su intento de que la ONU reconozca el Estado palestino en septiembre; y dijo que la retirada israelí de los territorios estará condicionada a la capacidad y voluntad del nuevo estado de evitar actividades terroristas.

Pues bien, a pesar de todo ello, varios pesos pesados del Partido Republicano no dudaron en acusar a Obama de ser anti-israelí. Según Mitt Romney, el presidente “echó a Israel bajo el bus”, y “le faltó al respeto”. Para Michele Bachmann, Obama “traicionó a Israel”. Pawlenty calificó el discurso de “alarmante”, y prometió que él sí que estaría “codo con codo, al lado de Israel”.

Sus palabras son tan gruesas y alejadas de la realidad, que es obvio que son fruto de la politiquería barata, y que su única finalidad de intentar arañar algún voto entre la comunidad judía más comprometida con el Estado hebreo.

Estos presuntos campeones de la defensa de Israel parecen no darse cuenta que al convertirlo en un asunto partidista le están haciendo un flaco favor a la causa. El lobby pro-israelí en EEUU siempre ha pretendido obtener el apoyo de los dos grandes partidos, aíslando el respaldo a Israel de las agrias rencillas entre republicanos y demócratas.

De hecho, Alan Solow, presidente de la “Conference of Presidents of the Major American Jewish Organizations”, en su intervención este fin de semana en la conferencia anual de AIPAC, el principal lobby pro-israelí, denunció públicamente los intentos de utilizar Israel como arma de campaña.

Asismismo, los comentarios de Romney y compañía tampoco hacen ningún favor a la causa del relanzamiento del proceso de paz entre palestinos e israelíes, pues para poder ejercer de mediador mínimamente creíble, EEUU no puede alinearse de forma sistemática con todas las posiciones asumidas por el gobierno de Israel.

Ahora bien, cuando uno sueña con llegar la Casa Blanca, todas estas consideraciones deben tener un valor muy secundario.

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