EE.UU. vive un cambio de piel caracterizado por tres tendencias irreversibles.
A principios de mes, la Rand Corporation convocó a un reducido grupo de dirigentes de organizaciones comunitarias, hacedores de políticas públicas, autoridades locales, académicos y periodistas (yo fui uno de dos periodistas invitados) a un taller patrocinado por la Fundación Rockefeller.
Como punto de partida para la discusión, los investigadores de la Rand, encabezados por Greg Treverton, Robert Lempert y Krishna Kumar, elaboraron cuatro ensayos sobre la realidad estadounidense documentando los cambios demográficos, en el estilo de vida y en los lugares de trabajo, y analizan los retos que enfrenta el mercado laboral.
Los datos no son alentadores. Hay 45 millones de personas que viven en la pobreza y la tasa oficial va en aumento. También aumentó la desigualdad. El 5% de los americanos pudientes tienen más riqueza acumulada que el 95% restante. La creciente pobreza afecta principalmente a trabajadores, niños y mujeres negros y latinos.
Y mientras esto sucede, el país vive un cambio de piel caracterizado por tres tendencias irreversibles. El envejecimiento inexorable de la población blanca; el crecimiento incontenible de la población asiática y latina, y la intensificación del fenómeno de la migración interna con los negros estableciéndose en los estados del sur y los latinos dispersándose por todo el territorio nacional.
El desempleo va en aumento y cada vez es mayor el desencuentro entre las habilidades y las necesidades de los trabajadores y la disminución de los presupuestos con los que se financiaban programas sociales para los pobres.
Una vez hecha la exposición de los datos de la realidad, los participantes en el taller de la Rand se plantearon el reto de responder al objetivo central del evento. “Este taller”, me dice Evan Michelson, director asociado de la Fundación Rockefeller, “forma parte de un proyecto global muy amplio que hemos llamado ‘la función del Faro’, cuyo propósito es crear una red de individuos y organizaciones que, trabajando en conjunto, identifiquen las tendencias y los asuntos que mayor incidencia negativa tendrán sobre los pobres y otros grupos vulnerables”.
De la discusión rescato la reformulación que el supervisor Zev Yaroslavski y su comisionada en el campo, Flora Gil Krisiloff, le dieron al tema de los desamparados y las soluciones que idearon. En el 2005, se calculaba que en el condado de Los Ángeles había aproximadamente 90.000 personas sin techo. En su intento por resolver el problema, las autoridades seguían modelos tradicionales que ofrecían refugio temporal a algunos de ellos pero que no resolvían el problema de fondo. El gran giro que YaroslavskI y Gil le dan al asunto es que en vez de paliar el desamparo deciden intentar erradicarlo.
Para ello, identifican los 50 casos de desamparados crónicos más severos en Skid Row, y asistidos por doctores, psiquiatras y trabajadores sociales lograron convencerlos de la conveniencia de contar con un techo propio.
Hasta ahora, los resultados han sido sorprendentes en términos de ahorro a los contribuyentes. Además, el 85% de las beneficiados iniciales sigue viviendo en el departamento que se les entregó en propiedad hace 4 años, el programa se ha extendido por todo el condado y hoy se calcula que solo quedan unos 52.000 desamparados.
El gran problema, sin embargo, es que de mantenerse las tendencias actuales y de continuar la pérdida de capacidad del Estado para financiar programas de beneficio social a personas y niños en situaciones vulnerables, el país entero sufrirá las consecuencias. El futuro del país no depende de las mayorías blancas envejecidas, sino de los jóvenes que hoy han visto reducidas sus posibilidades de estudiar y de trabajar porque son pobres.
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