The New Grapes of Wrath

<--

En 1939 John Steinbeck publicó Las uvas de la ira. Allí cuenta la historia de una familia obligada a abandonar su hogar en medio del apocalipsis económico de los 30 en los Estados Unidos. Buscando trabajo y dignidad, los miembros de la familia Joad se ven obligados a partir al exilio, soportar la pérdida de sus derechos y el abuso por parte de las autoridades que ellos mismos han elegido.

72 años después, la historia amenaza con repetirse. En esta nación, que es ella misma una hipérbole, el apocalipsis nunca está demasiado lejos. El 59% de los estadounidenses piensan que los eventos del Libro de la revelación tendrán lugar tal y como allí se los describe. De George W. Bush, muchos pensaban que podría “detener la llegada del anticristo un poco más”, como me dijo un republicano de Texas, decidido a salvar mi alma del pecado.

Siempre hay una plaga de langostas en el horizonte de los Estados Unidos. Así que cuando Obama habla de “evitar el Armagedón”, hay buenas razones para tomar una pausa. Sin embargo, es cierto que si él no llega a un acuerdo con los republicanos antes del 2 de agosto y logra elevar el techo de la deuda nacional, una serie de eventos terribles tendrán lugar.

El gobierno se quedaría sin dinero y entraría en cesación de pagos no porque como en el caso de Grecia no pueda pagar sus cuentas, sino simplemente porque no va a pagarlas. “Hay unos setenta millones de cheques que deben ser girados cada mes”, dijo Obama la semana anterior, “y no puedo garantizar que esos cheques serán girados el 3 de agosto, pues no habrá dinero para pagarlos”.

El presidente es todo menos alarmista. Sucede sin embargo que ello incluiría pagos en seguridad social, veteranos de guerra, discapacitados, y los más pobres, en su mayoría latinos y afroamericanos. Aunada a las medidas discriminatorias contra los latinos tomadas por varios estados, el advenimiento de otra depresión haría de la odisea descrita por Steinbeck una realidad. Y ese sería tan sólo el comienzo: el alza en las tasas de interés y el colapso del dólar significarían el fin del fin para el resto del mundo.

El problema no es económico sino político. Las cuestiones acerca de los bienes comunes son políticas por definición. Elegimos representantes y participamos en política para definir qué tiene precio y qué no lo tiene. Los republicanos no solamente juegan ruleta rusa al actuar como si fuesen un grupo de ultraizquierda. Benefician sólo a quienes pueden pagar el precio. Los demás podemos ser sacrificados en el altar del mercado, que parece ser su único dios verdadero.

El mensaje de la novela de Steinbeck es simple: cuando se llega a ciertos niveles de pobreza, se cae por debajo de la línea de humanidad. En efecto, los republicanos están trayendo ese infierno a este mundo. Y nosotros seríamos los condenados.

About this publication