The United States, the Organization of American States and Venezuela

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Ha habido recientemente un importante debate en el seno de un Comité de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, respecto a mantener o no la contribución de Estados Unidos a la OEA. Actualmente, dicho país aporta aproximadamente 48 millones de dólares a la organización, lo que representa cerca del 60% de su presupuesto regular. De manera que si Estados Unidos decidiera eliminar del todo su contribución, ello podría significar en la práctica la extinción de la OEA.

Republicanos y demócratas tienen visiones encontradas sobre el tema. Un representante republicano ha señalado, por ejemplo, que la OEA en realidad no ha defendido la democracia en América Latina, sino que más bien ha contribuido a destruirla. Por otra parte, algunos representantes demócratas señalan que la OEA ha tenido un rol positivo en la región, y sostienen que retirarle los fondos de Estados Unidos constituiría en el fondo un apoyo a la agenda de Hugo Chávez.

Es probable que finalmente, en el Senado bajo control demócrata, se decida mantener el apoyo financiero de Estados Unidos a la OEA. Sin embargo, el debate que se ha dado muestra dos visiones totalmente contrarias en materia de política exterior de Estados Unidos hacia América Latina.

Por otra parte, el resultado de tal debate pudiera tener implicaciones específicas para Venezuela. Hasta ahora, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos son los únicos órganos de la OEA que han tenido un rol significante en la defensa de la democracia en Venezuela. El resto de la OEA, en términos generales y con contadas excepciones coyunturales, ha observado en lamentable silencio lo que ha venido ocurriendo en nuestro país.

La esperanza práctica que representan actualmente los órganos políticos de la OEA para Venezuela sería que ante un caso extremo, como por ejemplo el desconocimiento por parte del Gobierno venezolano de un resultado electoral adverso, salieran finalmente de su mutismo y se pronunciaran en defensa de nuestra democracia.

Para Venezuela, que representa quizás en la actualidad el ejemplo más paradigmático de la inutilidad de los órganos políticos de la OEA en la defensa de la democracia, un eventual cierre definitivo de la organización internacional sería de todas maneras una mala noticia.

Tomando en cuenta la realidad venezolana y el rol gris que ha tenido la OEA, una mejor manera que tendría el Congreso de Estados Unidos de ayudar a la democracia venezolana sería exigir que al menos un cincuenta por ciento de la contribución de Estados Unidos a la OEA fuese obligatoriamente direccionada a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

De esa manera se mantendría, aunque reducida, la existencia de órganos políticos y otras áreas secundarias de la organización, y se reforzaría el rol principal que juegan en la práctica los órganos de derechos humanos de la OEA, que son en el fondo los que justifican en la actualidad que siga existiendo tal organización interamericana.

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