Trivia

<--

Son una minoría, pero han secuestrado la discusión pública del país. No representan ni una cuarta parte del Congreso, pero tienen la capacidad de paralizar el desarrollo nacional. En su propio partido generan divisiones y tachan de traidores a quienes llegaron a puestos públicos bajo sus mismas siglas por la sencilla razón de que no están de acuerdo en lo que opinan o votan diferente.

Al Presidente lo descalifican, insultan y burlan. A quienes no son de su fracción —ya no se diga de su partido— los tachan de cómplices de los peores delitos. Con ellos no hay debate posible ni acuerdo alcanzable. En discusiones de la mayor profundidad, aun cuando sus rivales les dan la razón y ajustan los paquetes legislativos a sus designios, votan en contra. Algunos de sus representantes son de pena ajena y los más serios e independientes analistas se preguntan cómo es posible que hayan llegado hasta una curul.

Tienen uno o dos medios de comunicación favoritos. A los demás los consideran parte del sistema disfuncional. Siguen a un puñado de comunicadores, considerados extremos por el grueso de la opinión pública, y les parecen los únicos que “dicen la verdad”.

Sus discursos son incendiarios y descalificadores, en lo personal contra individuos que a consecuencia de ellos han resultado agredidos por los fundamentalistas que ellos mismos generan. Su condena de este tipo de violencia motivada políticamente es tibia, al grado que parece justificarla.

Ellos se consideran los únicos moralmente elegidos para salvar a la patria de sus carencias. Sin embargo, sus propuestas parten de datos mentirosos (“todo mundo tiene derecho a su propia opinión, pero no a sus propias cifras”) y cuando han gobernado no han puesto en práctica lo que tanto enarbolan en sus discursos.

No tienen ideas. Tienen slógans. No son capaces de argumentar, sólo de repetir. Ante un dato, un cuestionamiento, una crítica, responden con una frase prehecha, que suena bien, que busca decir todo, pero que en el fondo no dice nada. Sus seguidores son más bien fanáticos y usan activamente internet como método de propaganda y ataque.

Me refiero al Tea Party (Partido del Té), la fracción de ultraderecha del ya de por sí conservador Partido Republicano de Estados Unidos, que así retrata, en la revista Time de esta semana, Michael Crowley, en su pieza The Triumph of Tea Party (El triunfo del Partido del Té), a propósito de la discusión sobre el techo del endeudamiento de la Unión Americana.

About this publication