Kelly Thomas, de 37 años, falleció el pasado 10 de julio, cinco días después de ser golpeado con bastones eléctricos, linternas, correas de cuero y puntapiés por seis agentes de una patrulla policial en la localidad de Fullerton, California.
Tras ese incidente, Thomas fue enviado a un hospital cercano, pero llegó en estado de coma. Su cara mostrada múltiples moretones, arañazos y cortadas menores.
Thomas integraba un creciente ejército de personas en Estados Unidos que muchos identifican indistintamente como Homeless, sin hogar o desplazados en un sistema que por día degrada a los seres humanos.
Hace muchos años, en 1986, en Nueva York, en la calle 42, entre la Primera y la Segunda Avenida, este de Manhattan, sobrevivía a la intemperie con el rostro ulcerado por las frías temperaturas, cerca de la sede de la ONU, un hombre de edad avanzada. Vivía de la caridad pública.
Ese hombre era la imagen pública y la denuncia ante el mundo que acudía a la ONU de un problema persistente en el país que se autoproclamaba defensor de los derechos humanos.
Tal vez sin saberlo, integraba las filas de un ejército de cerca de 40 mil personas que como él no tenían donde vivir en esa metrópoli. Túneles, puentes, subterráneos de los trenes y siniestros albergues eran su morada, en el mejor de los casos.
Casi treinta años después la presencia de los homeless o sin hogar en Estados Unidos se incrementó. La crisis económica, el desempleo, las drogas, la discriminación, los veteranos de guerra sin ayuda y otros empujan a millones de estadounidenses a esta situación.
Se dice que en el mundo hay más de 500 millones de Homeless. Ahí se llega fácil y muchas veces no se puede salir, señalan organizaciones sociales.
Fuentes del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano estadounidense señalan que es difícil saber el número de personas desplazadas en el país a esa situación.
Hace varios años, en 2004, algunos cálculos sobre el número de estadounidenses sin techo establecían que eran entre 600 mil y tres millones 500 mil, según datos de la National Coalition for the Homeless (Coalición Nacional para los Sin Techo).
Ahora es difícil calcular la cantidad exacta por la naturaleza misma de los sin viviendas. Algunas personas pasan por esta situación de manera temporal, algo agravado por el desempleo cercano a los dos dígitos que hoy mina la economía estadounidense.
Para otras personas, en especial quienes padecen adicción a las drogas o trastornos mentales, la falta de hogar es un problema crónico.
Según la Coalición, en Estados Unidos existe abundante material que documenta episodios de persecución de desamparados por parte de funcionarios, así como también incidentes vinculados a abusos cometidos por la policía en relación con bases de datos confidenciales.
Otro sector afectado son las víctimas de maltrato. Un estudio realizado por la Ford Foundation sostiene que un 50 por ciento de las mujeres sin techo viven en la calle para escapar de parejas violentas.
Por otra parte, el efecto de la crisis hipotecaria y financiera que golpea a los estadounidenses también contribuye a que muchas familias, sobre todo integradas jóvenes, se conviertan en asiduas de los centros de atención a los sin techo, aunque no reflejan el estereotipo de quienes atraviesan por esta condición.
Ya no se trata de hombres solteros, adictos, enfermos mentales, veteranos de guerra o parados de larga duración. El problema se hace cada año más crónico en la medida que se torna más corto el ciclo de las crisis económicas.
En la actualidad, el 10 por ciento de las personas que engrosaron el número de los homeless son familias: hombres y mujeres con buenos empleos, y niños en edad escolar, que sencillamente no pudieron seguir pagando sus hipotecas.
El 81 por ciento de los desamparados son mujeres de 25 años con hijos menores de cinco.
Sin resultar abarcador, un informe del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano estadounidense, aunque no profundiza en las causas de este desastre, sostiene que si bien el aumento promedio de personas sin techo es de un 10 por ciento, hay regiones donde aumentó a más del 56 por ciento en un año.
Aunque el gobierno del presidente Barack Obama destinó mil 500 millones de dólares a combatir la crisis residencial, es probable que sean afectados como consecuencia de los “ajustes” impuestos por los republicanos a programas sociales para subir el techo de la deuda y reducir el déficit.
Hace varios años, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, anunció un amplio plan para intentar acabar con los homeless en Manhattan antes de 2010, pues solo en las calles de la llamada “Gran Manzana” deambulaban más de 40 mil personas sin hogar, de los que más de 16 mil eran niños.
El cuadro es deprimente y refleja otro ejemplo para adornar la vitrina que Washington trata de ocultar al mundo.
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