El puente
Con el título que le he puesto a esta nota, ha escrito David Remnick una extensa -750 páginas- biografía de Barack Obama, que resulta un formidable libro sobre la vida y ascenso del actual presidente de Estados Unidos, a mi juicio la más importante figura política norteamericana de los últimos 80 años desde Franklin Delano Roosevelt, y quizás sólo comparable con John F.
Kennedy y, sin haber llegado al solio presidencial, Adlai Stevenson, el más brillante intelectual de quienes han intervenido en ese tramo de la política gringa, y que sus compatriotas han debido llevarlo al Salón Oval de la Casa Blanca.
El autor de esta magna obra es importante figura del periodismo norteamericano, director de The New Yorker desde 1998 y ganador del Premio Pulitzer en 1994 con su libro ‘La tumba de Lenin’.
Leyendo este libro comprende uno la razón por la que Obama se proyecta como figura de excepción en el panorama mundial, pues su personalidad sobrepasa las fronteras de su país para situarse como un dirigente internacional, sin que las encuestas internas muestren la real dimensión de su estatura política pues la medición de popularidad está influida por la extrema derecha gringa -que esa sí es derecha-, duramente golpeada por el gobierno de Obama que ha sido capaz de sacar adelante la reforma de la salud contra la feroz oposición no solamente de los republicanos en el Congreso sino también de las grandes compañías aseguradoras y de las poderosas entidades prestadoras de servicios médicos, que se vieron seriamente afectados en sus intereses económicos por la reforma impulsada por el Presidente.
Y hace pocos días se la jugó en paro -nada menos que su reelección en 2012- al desafiar el poder de la comunidad hebrea cuando dijo que las fronteras entre Israel y Palestina son las definidas después de la guerra de 1967, lo que enardeció a los judíos, y ya se sabe el influjo que tienen ellos en las elecciones, no solamente en votos sino como proveedores de fondos para la campaña.
El componente racial de Obama es un microcosmos. De padre negro keniata y madre blanca de Kansas, criado en Bangladesh y Hawai, cuyo segundo nombre es árabe y con un sonido que indica desagradables similitudes, Obama se las tuvo que ver en la elección presidencial con un duro representante de la derecha, el senador McCain que llevaba como fórmula vicepresidencial a la protogoda Sarah Palin, la hirsuta política de Alaska. Con ambos se enfrentó en los debates y salió airoso de la prueba pues su estampa morena cautivó la audiencia, y subió al estrado caminando como bailaba Fred Astaire, según dijo la esposa del escritor mexicano Carlos Fuentes.
Como liberal y como demócrata, deseo que Obama resulte reelegido en la justa presidencial de noviembre de 2012 para que su idea de crear una sociedad más igualitaria pueda volverse realidad. Y para que Estados Unidos vuelva a ser, sin dogmatismo y sin intromisiones indebidas, el gran ejemplo del mundo libre.
El regreso de las tropas de Afganistán y de Irak, y el ojalá el pronto repunte de la economía, coadyuvarán en su empeño. Por lo que vi y oí en mi reciente viaje a EE.UU., todo se está dando para que este hombre fascinante continúe en la presidencia.
Recomiendo a mis lectores que compren el libro de Remnick en la seguridad de que agradecerán el consejo.
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