El criticado monopolio de Google
Aunque como motor de búsqueda dominante del internet Google ha revolucionado la cultura y nuestros hábitos de consumo del conocimiento, también genera controversias cada vez que expande su negocio o pone en duda el respeto por la privacidad, la propiedad intelectual y la libertad informativa.
Ricardo Trotti, especialista en libertad de prensa y ética periodística, Miami EEUU
Google atrajo esta semana las miradas de quienes la acusan de ser un angurriento monopolio, luego de ofertar 12.500 millones de dólares por el fabricante de teléfonos móviles inteligentes, Motorola Wireless. El motor de búsqueda deberá defender su compra ante los reguladores, pero antes debe comparecer en la audiencia denominada “el poder de Google”, que la Comisión de Competencia del Senado estadounidense realizará el 15 de setiembre, para examinar sus supuestas malas prácticas comerciales e intelectuales, que ya le han acarreado cientos de demandas por censura, invasión de privacidad y violación de derechos de autor.
Más allá de los proyectos que debió paralizar tras arreglos judiciales, como la digitalización de libros por la disputa con sindicatos de autores o la publicación de mapas de campamentos militares en zonas de guerra, creo que difícilmente Google pueda ser acusada de monopolio. En el caso Motorola, si bien aparenta ser una expansión monopólica, en realidad se trató de la compra de patentes y de una estrategia para fabricar sus smartphone Android, y así competir contra Apple, Microsoft y RIM. De hecho, su sistema operativo Android de “open source”, puede ser utilizado por cualquier fabricante de teléfonos, como los 39 que ya lo hacen actualmente.
Desde su nacimiento en 1996, bajo la misión de “organizar la información del mundo y hacerla accesible y útil universalmente”, la evolución de Google muestra su éxito en cómo compite contra compañías existentes como Explorer y Firefox; es autorizada a comprar compañías que en poco tiempo convierte en líderes como YouTube; inventa nuevos servicios y productos que ayudan a la expansión del conocimiento como Google Maps o las nuevas computadoras personales Chrome Books que operan desde la nube; o experimenta con nuevos juguetes como Google TV y su reciente lanzamiento de Google +, la red social para pugnar contra Facebook.
En materia de censura, el haber cedido ante el gobierno chino para bloquear a disidentes e información sobre el Tibet, es aberrante, pero no es menos cierto que Google ha permitido desenmascarar a dictaduras, y sirvió para liberar mucha información censurada y desconocida.
Como esta semana en Argentina, cuando por orden judicial los proveedores de internet fueron obligados a bloquear millones de blogs de su plataforma Blogger, porque el gobierno considera que se difunden datos sensibles al interés nacional.
Sus peores faltas, sin embargo, son efectos colaterales de su sofisticación digital que afecta el derecho a la intimidad, ya sea porque los datos personales de los usuarios quedan a merced de los piratas informáticos o son requeridos en forma obligatoria por los gobiernos, mediante leyes al estilo del Acta Patriótica antiterrorista estadounidense.
Sus modales más viciados tienen que ver con el derecho de autor. Tanto en Berlín como en Nueva York y Bogotá, los editores de periódicos se unieron para evitar que sus contenidos estén disponibles de forma gratuita en internet.
Creo que se pueden criticar algunas prácticas de Google, pero sería injusto no apreciar la visión de sus fundadores, Larry Page y Sergey Brin, quienes sobre la base de la competencia y la innovación constante, han revolucionado la industria del conocimiento y achicado el mundo. Si esto es sinónimo de “monopolio”; se trata de una práctica muy saludable. La humanidad es hoy mucho mejor con Google que sin él.
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