Standard & Poor’s: A Serious Warning

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El caso de S&P es un serio aviso

Editorial | 01/09/2011 – 00:00h

Notificar errorTengo más InformaciónEnviar a un amigoImprimirReducir cuerpo de letraAmpliar cuerpo de letraSíguenos 0DE máxima relevancia es el hecho de que la agencia de calificación financiera Standard & Poor’s (S&P) pueda otorgar de nuevo la máxima nota (triple A) a una emisión de bonos respaldada con hipotecas basura. Y lo es por dos razones. En primer lugar porque con ello se demostraría taxativamente que sus informes no son fiables, por si no hubiera bastado su responsabilidad en la grave crisis financiera iniciada en el 2007, al haber respaldado con su solvencia infinidad de productos tóxicos que inundaron los mercados mundiales. Y, en segundo lugar, porque cuatro años después de iniciada la crisis, se vuelven a repetir los mismos comportamientos que la provocaron. Y eso es muy peligroso.

¿No se aprendió acaso nada de lo sucedido hace cuatro años? ¿Dónde están y qué hacen los mecanismos de supervisión financiera, especialmente la Reserva Federal y la autoridad bursátil estadounidense, para evitar que se reproduzcan viejos errores?

S&P, la agencia de calificación que puede volver a dar la máxima nota a bonos garantizados con hipotecas basura, es la primera del sector y la misma que este verano la ha rebajado a Estados Unidos y que ha provocado con ello un agravamiento de la crisis financiera. Pero también es la misma, junto con el resto de las agencias de calificación, que con sus informes ha espoleado la especulación contra la deuda pública europea.

Parece incomprensible que los mercados financieros concedan un mínimo de credibilidad a estas agencias, especialmente a S&P, que no sólo avaló hipotecas basura sino que también mantuvo la máxima calificación a Lehman Brothers hasta poco antes de que quebrase y desatase el pánico mundial. Lo mismo hizo con los bancos de Islandia. Pero la paradoja es que son los bancos centrales y las autoridades bursátiles quienes exigen los informes de estas agencias de calificación –que pagan los propios clientes– para autorizar todo tipo de operaciones financieras a bancos, fondos y empresas. ¿No es hora ya de introducir un poco más de coherencia y control en toda esta operativa?

Tras la crisis, cuyos efectos aún se sufren con dureza, los dirigentes del G-20, pero especialmente de Estados Unidos y de la UE, se comprometieron a reformar el sistema financiero internacional como máxima prioridad. Pero no se ha hecho nada. Y podemos pagarlo, y lo pagamos ya, muy caro. El caso de S&P es un serio aviso de que debe acabar cuanto antes la pasividad gubernamental ante el comportamiento tan poco ético, o presuntamente fraudulento, que demuestran ciertos actores principales de los mercados financieros.

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