Race and the Execution of Troy Davis

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Raza y la ejecución de Troy Davis

Viernes 23 de septiembre de 2011| por Raúl Sohr

La ejecución de Troy Davis, en Estados Unidos, ha reabierto el debate sobre la pena de muerte. En la mayoría de los países, incluido Chile, se ha abolido la pena capital. También lo han hecho 16 de los estados de Estados Unidos, mientras que otros sin renunciar a ella no la aplican. En los hechos se utiliza solo una docena estados. El 80% de las ejecuciones tiene lugar en estados sureños y un alto porcentaje de los ejecutados son negros.

Hay muchas razones por la cuales los estados han renunciado a quitar la vida de los condenados de crímenes mayores. La primera, como es natural, es política y corresponde a la voluntad del grueso de la población. Ello, pese a que es frecuente encontrar minorías no desdeñables partidarias de la ejecución, en especial cuando se trata del asesinato de menores. Una segunda razón para abstenerse del paredón, u otros métodos, es el alto nivel de incertidumbre que existe sobre la culpabilidad de los acusados. En Estados Unidos se ha cuestionado casi un tercio de las penas capitales aplicadas a lo largo del siglo pasado. Y, por cierto, está la objeción ética que señala que los hombres no deben segar la vida de otros hombres.

El caso de Davis se tornó emblemático pues encapsulaba muchas de las críticas a la pena capital. De entrada no era evidente su culpabilidad al punto de poder afirmar que se le daba muerte más allá de toda duda razonable. Nueve testigos se desdijeron de sus declaraciones originales. Más tarde testigos señalaron que quien disparó fue otra persona. Nunca fue encontrada el arma homicida que asesinó a un policía fuera de servicio en 1989. El incidente ocurrió en confusas circunstancias fuera de un local de comida rápida en la que intervinieron varios individuos, entre ellos Davis. Los peritajes balísticos fueron impugnados y se detectaron irregularidades en los procedimientos policiales.

A lo anterior se sumaba el hecho que Davis era negro. No es posible afirmar que los tribunales estadounidenses aplican criterios raciales para impartir las penas. De hecho, el jurado que juzgó a Davis estaba integrado por 7 negros y 5 blancos. Pero lo que es indisputable son las estadísticas que muestran que más de 40% de las penas capitales son aplicadas a negros en circunstancias que representan sólo el 12% de la población. Amnistía Internacional, que lidera la campaña contra la pena de muerte, cita un estudio realizado en Connecticut por la Yale University School of Law que muestra que los afro americanos son condenados en una tasa 3 veces superior a los blancos cuando se trata del asesinato de un blanco. Además, los asesinos de blancos reciben castigos más duros que los asesinos de individuos pertenecientes a minorías. El estudio fue refrendado por investigaciones similares en otros estados y uno realizado por el colegio de abogados, en Filadelfia, determinó que un tercio de los negros sentenciados a muerte hubiesen recibido penas perpetuas si hubiesen sido blancos. Cuando se trata de vidas es siempre preferible errar por el lado de la tolerancia que por la vía de actos irreparables.

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