The Obama-Merkel Train Crash

<--

El choque de trenes Obama-Merkel

Las dos visiones sobre las medidas contra la crisis tienen defensores y detractores solventes

Parece inevitable una nueva recesión mundial si el área del euro no soluciona sus problemas de forma inmediata. Al menos, es lo que sugiere la histeria de los mercados o las advertencias de Christine Lagarde, la responsable del FMI; del secretario del Tesoro norteamericano, Tim Geithner, o del propio Barack Obama. Ciertamente, si uno analiza las alzas y bajas bursátiles, emerge una marcada correlación entre los rumores de crisis inminentes de Grecia (suspensión de pagos y salida del euro) y sus caídas, y las perspectivas de salvamento europeo (eurobonos o extensión de la capacidad financiera del Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera) y las recuperaciones, como la de principios de esta semana.

Tengo que reconocer que esta es la primera vez en que veo anunciada, en la prensa anglosajona, la llegada de la recesión y del colapso financiero europeo. Y cuando estas predicciones se acompañan de peticiones desesperadas a las autoridades europeas, uno comienza a pensar que aquí se esconde algo más. Aparentemente, el debate entre las dos orillas del Atlántico es simple: América estaría siguiendo las recetas keynesianas (déficits fiscales y política monetaria ultraexpansiva), mientras que Europa habría caído en el mito conservador de que la austeridad tiene futuro, como afirma Felipe González. En suma, confrontación entre los que preconizan gastar como prerrequisito al crecimiento, frente a aquellos que, liderados por Alemania, anteponen la disciplina fiscal y los ajustes. En ambos lados se alinean economistas ilustres: Paul Krugman y Joseph Stiglitz defienden la posición norteamericana, mientras que Hans-Werner Sinn y sus colegas germanos son los abanderados del rigor. Planteado en estos términos, parece que EEUU tiene razón, que, antes de consolidar las finanzas públicas, hay que reactivar el crecimiento, para asegurar que sea este el que permita cerrar los déficits. Pero la realidad económica es bastante más compleja. Y, además, como la economía no es una ciencia tradicional, en ambas posiciones se esconden preferencias políticas e ideológicas que oscurecen el debate. Aunque sin caer en un excesivo nihilismo, sí hay algunos hechos que se pueden destacar.

En primer lugar, EEUU lleva ya cuatro años, y ha entrado en el quinto, con déficits públicos situados en torno al 10% del PIB. Y una política monetaria mucho más expansiva que la del BCE: los tipos de interés están próximos a cero desde el 2008 y Ben Bernanke acaba de prometer que los mantendrá ahí hasta ¡mediados del 2013. No está mal. Si les hablan de una economía que está recibiendo un estímulo fiscal equivalente al 10% de su PIB (en EEUU quiere decir unos 1,5 billones de dólares/año), con tipos de interés próximos a cero y que, además, su banco central está comprando deuda pública de forma masiva (el 70% de las emisiones del Tesoro norteamericano el último año), ¿qué pensarían de su crecimiento? ¿Que está estancado como el nuestro? Ciertamente, no. Pero es lo que le sucede a EEUU, para consternación de Bernanke y Geithner.La posición alemana en el área del euro es otra. Alemania no tiene un problema de deuda, como EEUU. Pero se enfrenta al posible colapso de algunos países del sur, con los efectos devastadores que ello podría comportar sobre su sistema financiero y el del resto de los grandes países europeos. Además, para complicar más las cosas, tanto en Alemania como en otros países triple A (Holanda, Austria, Finlandia), la oposición popular a la extensión de las ayudas al sur no deja de crecer. Otro elemento relevante ha sido el fallo del Tribunal Constitucional alemán sobre los eurobonos (que los ha prohibido) o sobre la extensión de la capacidad financiera del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, para la que exige aprobación previa del Bundestag. Finalmente, para complicarlo más todo, el banco central alemán se opone frontalmente a que el BCE continúe comprando deuda del sur, lo que está generando dos bandos en el BCE: Jens Weidmann, el gobernador del Bundesbank, y sus aliados holandeses, austriacos y finlandeses, por un lado, y el resto en el otro. Por todo ello, cualquier solución será lenta, de difícil digestión e imposible de arbitrar a corto y medio plazo.

En suma, América se está quedando sin munición para reanimar su economía. Y en Europa, en la vieja Europa de George W. Bush, la nueva Alemania no está dispuesta a que los excesos del sur le acaben comportando problemas financieros insoportables, en especial en un país con un envejecimiento acelerado. EEUU quisiera que Alemania acudiera al rescate en lugar de aceptar que, como todo hijo de vecino, ha llegado el momento de pagar sus deudas. ¿Presiones de Obama?, por descontado. Pero Angela Merkel tiene razón. A medio plazo, cuando todo esto ya haya pasado y si el euro acaba finalmente resistiendo, tendremos a EEUU fuertemente endeudado, haciendo lo que hoy hacen los europeos. Y un área del euro sólida, que habrá seguido el diktat alemán, y que habrá desterrado la falacia anglosajona de que el mejor crecimiento es el que puedes pagarte con deuda.

About this publication