Mexican Drug Cartels and Islamic Terrorism: An Unlikely Alliance

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Los grupos que dominan el narcotráfico no pondrían en riesgo sus negocios, según los expertos

os carteles del narcotráfico mexicanos mueven miles de millones de dólares, controlan territorios donde no hay presencia del Estado y extienden sus tentáculos en varios países. No les tiembla el pulso a la hora de reclutar a la fuerza inmigrantes ilegales. Decapitan a sus víctimas. Compran voluntades a su antojo? Pero, ¿estarían interesados en asociarse con agentes iraníes o terroristas de Al-Qaeda para atentar al otro lado del río Bravo?

El gobierno estadounidense denunció la semana pasada un supuesto complot de agentes vinculados al gobierno iraní para asesinar al embajador de Arabia Saudita en Washington con la presunta participación de algún cartel mexicano, presumiblemente el más sanguinario de todos: Los Zetas. Sin embargo, varios expertos en narcotráfico ponen en duda la posibilidad de que grupos del crimen organizado estén interesados en asociarse al terrorismo islamista.

Hace un año y medio, la propia embajada norteamericana en México descartó posibles vínculos entre células islamistas y narcotraficantes.

Según los cables filtrados por WikiLeaks, el entonces embajador Carlos Pascual afirmaba en un despacho diplomático fechado en febrero de 2010: “Ninguna organización terrorista internacional conocida tiene presencia operativa en México ni han tenido lugar incidentes terroristas dirigidos contra personal o intereses estadounidenses en territorio mexicano u originados en él”. Pascual renunció en marzo pasado tras la divulgación de los cables por las críticas que expresaba hacia el presidente mexicano, Felipe Calderón.

Según la trama denunciada por la Casa Blanca, el ciudadano iraní Manssor Arbabsiar, ahora detenido, se reunió varias veces en México con un supuesto narcotraficante que en realidad resultó ser un agente infiltrado de la DEA, la agencia antidrogas norteamericana. Los iraníes, siempre según el relato de Washington, habrían ofrecido un millón y medio de dólares a sus supuestos socios mexicanos por matar al diplomático saudita.

Para el escritor y periodista mexicano Sergio González Rodríguez, autor de varios libros sobre el fenómeno del crimen organizado, la rocambolesca historia hay que enmarcarla en la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos de equiparar al narcotráfico mexicano con el terrorismo.

“Debido a las presiones derivadas de la Alianza para la Prosperidad y la Seguridad en América del Norte firmada entre Estados Unidos, Canadá y México, el gobierno mexicano ha reformado sus leyes para aproximarse a esa calificación del narcotráfico como una forma de terrorismo”, explica el experto.

A principios de su mandato, en diciembre de 2006, Calderón declaró una lucha frontal contra los carteles y desplegó miles de soldados en las zonas más castigadas por el hampa. Cinco años más tarde, los frutos de esa decisión son desoladores: más de 40.000 muertos asociados a la violencia del crimen organizado. En su estrategia, Calderón contó con el apoyo financiero y logístico de Estados Unidos gracias al denominado Plan Mérida, impulsado por el ex presidente George W. Bush en 2008, para combatir el narcotráfico en México.

Lejos de amedrentarse, los siete grandes carteles (Sinaloa, Los Zetas, Golfo, Juárez, Beltrán Leyva, La Familia Michoacana y Tijuana) siguen ejerciendo su poder e influencia. Tanto en la frontera norte como en la sur, el crimen organizado impone su ley.

“La historia sobre la preparación de actos terroristas entre fundamentalistas musulmanes y narcotraficantes mexicanos es parte de la operación de inteligencia de Estados Unidos para presionar a los políticos de uno y otro país e imponer la solución armada en la frontera; el terrorismo es el pretexto”, sostiene González Rodríguez.

La “lista negra”

Desde hace un tiempo, responsables políticos norteamericanos vienen respaldando la tesis de redefinir al narcotráfico como una amenaza terrorista. La secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, se refirió en febrero a la posibilidad de que Al-Qaeda se aliara con Los Zetas para atacar a Estados Unidos. “Necesitamos estar al lado de México hasta el final de esta guerra”, dijo Napolitano.

El carrusel de declaraciones no ha parado desde entonces. De James Clapper, director de Inteligencia Nacional, a Michael McCaul, senador republicano, un coro de voces habla ya en Estados Unidos de la “amenaza terrorista” que suponen los carteles en la frontera de 3200 kilómetros que comparte con México. De ahí a su inclusión en la “lista negra del terrorismo” sólo hay un paso, como sugirió el jueves pasado la presidenta del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, la republicana Ileana Ros-Lehtinen.

Por el momento, hay ya quien, como el gobernador de Texas, Rick Perry, aboga por enviar más soldados a la frontera y utilizar aviones no tripulados en el patrullaje.

En la misma línea de González Rodríguez, se pronuncian otros expertos en narcotráfico. José Reveles, autor de libros como Narcoméxico, apela a la “lógica” de los carteles para desechar alianzas con el terrorismo islamista. “Los carteles actúan en territorios que conocen y de los que es posible escapar, no son suicidas, y no está entre sus prioridades atacar a Estados Unidos.” Raúl Benítez, investigador de la Universidad Autónoma de México, abunda en esa idea: “Los carteles quieren hacer su negocio en secreto, no les conviene ese tipo de visibilidad”.

Hasta la consultora norteamericana de seguridad e inteligencia Stratfor, próxima al ideario neoconservador, considera “muy improbable” una alianza entre islamistas radicales y narcotraficantes en un informe elaborado la semana pasada, tras la denuncia de la Casa Blanca.

Para Stratfor, la cooperación de algún cartel con grupos terroristas pondría en riesgo el propio modus operandi de estas mafias debido a las represalias que sufrirían por parte de Washington.

El narcotráfico mexicano no parece necesitar a Al-Qaeda ni a ninguna otra organización islamista para poner el pie en Estados Unidos. Ya está presente en más de 1000 ciudades de ese país, según el Departamento de Justicia. El negocio de la cocaína, la marihuana y las metanfetaminas continúa boyante. ¿Para qué hundirlo?

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