Obama and Calderón: Hands Tied

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Estados Unidos y México comparten 3 mil 200 kilómetros de frontera, una historia común, intereses mutuos, intercambio de mercancías y personajes. Sin embargo, ha habido ocasiones que la desconfianza ha sido lo único posible.

La guerra contra el crimen organizado, en la que México está metido de frontera a frontera, tiene como objetivo final evitar el negocio que es producido en parte por el consumo desaforado de drogas por parte de los estadounidenses, que aumenta en la medida de su frustración.

¿Por qué mientras Estados Unidos siempre se ha visto como tierra de libertades, México se concibe como el lugar para su libertinaje? Lo que allá está prohibido, en nuestra frontera es una fiesta.

Por ello, ya es necesario pasar de las palabras a los hechos. Y la verdad es que los presidentes de ambas naciones tienen poco margen para las acciones, sufren de imposibilidad, de impotencia.

Calderón le dice con razón a su homólogo estadounidense: este muerto es también de usted. Es necesario que en la guerra de México usted haga su parte y no permita que sea tan fácil pasar armas a nuestro país. No puede hacer de México un laboratorio para probar la calidad de las drogas que consumen de manera ilegal sus ciudadanos.

En medio de eso aparecen esas figuras dantescas de operaciones como en las que se decidió probar medicinas en mexicanos como si fuéramos ratas. Ahora son operaciones detectivescas de segunda en las que por seguirle el rastro a las armas han provocado esta sangría de “armamento legal” mandado de Estados Unidos, como si no tuviéramos bastante ya con nuestra propia barbarie.

Apenan y dan tristeza las dificultades prácticas que conozco para cambiar de manera real la situación. Ni Calderón ni Obama pueden hacer más que mirar al cielo y expresar su frustración.

Calderón se queja y dice que hay que pasar de las palabras a los hechos. Obama no tiene posibilidad, bajo la situación política interna que vive, de hacer realidad sus palabras.

De las muchas historias clandestinas entre los dos países, Rápido y furioso es una que afloró a la opinión pública y se convirtió en prueba del desmadre generalizado de un tiempo en que Estados Unidos decidió que hacer barbaridades con las armas y contestar violencia con violencia era parte del juego, apegándose a la autonomía operativa normal de las agencias y el ejército estadounidense, acentuada tras el 11 de septiembre de 2001.

Ahora, cuando los republicanos ponen el grito en el cielo porque las autoridades legalmente constituidas no sabían de esta operación, pregunto cuántas operaciones desconocen de los gobiernos legalmente constituidos en esta época de plomo y fuego.

¿Puede Obama interrumpir el sueño dorado de la frustración social de su país en el consumo de drogas? Seguramente no. Si quisiera, tampoco sé si las condiciones políticas se lo permitirían. Lo cierto es que con 9% de desempleo, más la pérdida de confianza en su liderazgo, más la radicalización de un candidato a presidente que amenaza con mandar tropas para ayudarnos en nuestra cruzada donde sólo morimos nosotros, no puede siquiera soñar con cortar un solo centavo de beneficio producido de las ventas legales de armas a nuestros malosos.

Qué pena que la buena intención en política casi nunca venga acompañada con la capacidad de hacer algo benéfico. Mientras tanto, urge que asumamos nuestros niveles de eficiencia policiales para interrumpir, cooptar y desarmar el ejército paralelo que nos trae en jaque, bajo una relación bilateral dañada de origen, la incesante penetración del narcotráfico y la desidia estadounidense.

Si a Obama le pasa eso con sus dólares del salario de la muerte de la venta de armas, a Calderón le pasa otro tanto con quejarse o lloriquear en discursos ante medios. ¿Qué va a hacer Calderón? ¿Interrumpir la relación diplomática con Estados Unidos?

Cuando pedimos que haga algo, ¿qué significa eso? Más que declarar le convendría quizá sentarse a reflexionar un poco y actuar en consecuencia.

Twitter: @antonio_navalon

Periodista

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