Let's Occupy the Future

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Si los vínculos que se están estableciendo en manifestaciones como Ocupemos Boston logran sostenerse durante el largo y difícil período que viene –la victoria nunca llega rápido–, las protestas podrían representar un momento significativo en la historia estadounidense.

Nunca vi nada parecido al movimiento Ocupemos, ni en tamaño ni en carácter, ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo. Las avanzadas de Ocupemos están tratando de crear comunidades cooperativas que bien podrían ser la base para las organizaciones permanentes que se necesitarán para superar los obstáculos y la reacción adversa que ya se está produciendo.

Que el movimiento Ocupemos no tenga precedentes es algo que parece lógico, pues vivimos en una era sin precedentes, no sólo ahora sino desde hace cuatro décadas.

Cambio de perspectiva. La década de 1970 fue una época decisiva para los Estados Unidos. Desde sus comienzos, el país ha tenido una sociedad en desarrollo, no siempre en el mejor sentido, pero con un avance general hacia la industrialización y la riqueza.

Aun en los períodos más sombríos, la expectativa era que el progreso continuaría. A mediados de la década de 1930, aunque la situación objetivamente era mucho más dura que hoy, el espíritu era bastante diferente. Debido a las presiones populares, se aprobó la legislación del nuevo trato (New Deal). La sensación predominante era que saldríamos de esos tiempos difíciles.

Hoy existe una sensación de desesperanza e incluso de desesperación. Esto es algo nuevo en nuestra historia. En los años ’30, los trabajadores podían prever que los empleos regresarían. Hoy, los trabajadores industriales, con un desempleo prácticamente al mismo nivel que durante la Gran Depresión, saben que, de persistir las políticas actuales, esos empleos desaparecerán para siempre.

Esa transformación en la perspectiva estadounidense ha evolucionado desde los años ’70. Varios siglos de industrialización se convirtieron en desindustrialización. Claro, la industria continuó, pero en el extranjero, lo que resulta lucrativo para las empresas y nocivo para la fuerza de trabajo.

El uno por ciento. La economía se centró en las finanzas. Las instituciones financieras se expandieron enormemente. Se aceleró el círculo vicioso entre finanzas y política. La riqueza se concentraba cada vez más en el sector financiero. Debido a los altos costos de las campañas, los candidatos se hundieron de manera profunda en los bolsillos de quienes los apoyaban con dinero.

En paralelo, los políticos beneficiaron a los especuladores con medidas favorables para Wall Street: desregulación, cambios fiscales, relajamiento de las reglas de administración corporativa, lo cual intensificó el círculo vicioso.

El colapso era inevitable. En 2008, el gobierno salió al rescate de empresas de Wall Street que supuestamente eran demasiado grandes para quebrar, con gerentes demasiado grandes para ser encarcelados.

Por supuesto, la 10ª parte del uno por ciento de la población que más se benefició en estos años de codicia y engaños considera que todo está muy bien. En 2005, Citigroup –que, por cierto, fue objeto de frecuentes rescates del gobierno– vio al lujo como una oportunidad de crecimiento.

El banco difundió un folleto en el que invitaba a los inversionistas a poner su dinero en lo que denominaban el “índice de la plutonomía”, que identificaba las acciones de las compañías orientadas al mercado de lujo.

“El mundo está dividido en dos bloques: la plutonomía y el resto”, resumió Citigroup. “Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá son las plutonomías clave: las economías impulsadas por el lujo”.

Todo es periferia. A los no ricos se les llama el “precariado”: el proletariado que lleva una existencia precaria en la periferia de la sociedad. Esa “periferia”, sin embargo, se ha convertido en un porcentaje sustancial de la población de los Estados Unidos y otros países.

Así, tenemos la plutonomía y el precariado: el 1 por ciento y el 99 por ciento, como lo ve el movimiento Ocupemos. No son cifras literales, pero la imagen es exacta.

El cambio histórico en la confianza popular respecto del futuro es un reflejo de tendencias que podrían ser irreversibles. Las protestas de Ocupemos son la primera reacción popular importante que podría cambiar esa dinámica.

Escalada de violencia. Me he ceñido a los asuntos internos. Pero hay dos peligrosas tendencias en el mundo que opacan todo lo demás.

Por primera vez en la historia, hay amenazas reales a la supervivencia de la especie humana. Desde 1945, hemos tenido armas nucleares y parece un milagro que hayamos sobrevivido. Pero las políticas del gobierno de Barack Obama y sus aliados están fomentando la escalada. La otra amenaza, claro, es la catástrofe ambiental. Por fin, prácticamente todos los países del mundo están tomando medidas para hacer algo al respecto. Pero Estados Unidos retrocede.

Un sistema de propaganda, reconocido por la comunidad empresarial, declara que el cambio climático es un engaño de los liberales. ¿Por qué habríamos de ponerles atención a estos científicos?

Si continúa esta intransigencia en el país más rico y poderoso del mundo, no podremos evitar la catástrofe.

La hora de actuar. Debe hacerse algo de manera disciplinada y sostenida. Y pronto. No será fácil avanzar. Es inevitable que haya dificultades y fracasos. Pero a menos que el proceso que vivimos aquí y en otras partes del país y del mundo siga creciendo y se convierta en una fuerza importante de la sociedad y la política, serán escasas las posibilidades de un futuro decente.

No se pueden lanzar iniciativas importantes sin una base popular amplia y activa. Es necesario salir por todo el país y hacer entender a la gente de qué se trata el movimiento Ocupemos, qué puede hacer cada cual y qué consecuencias tendría no hacer nada.

Organizar una base así implica educación y activismo. Educar a la gente no significa decirle en qué creer; significa aprender de ella y con ella.

Karl Marx dijo: “La tarea no es sólo entender el mundo sino transformarlo”. Una variante que conviene tener en cuenta es que si queremos cambiar al mundo, más nos vale entenderlo. Eso no significa escuchar una conferencia o leer un libro, aunque a veces ayuda. Se aprende participando. Se aprende de los demás. Se aprende de la gente a la que se quiere organizar. Todos tenemos que alcanzar conocimientos y experiencias para formular e implementar ideas.

El aspecto más digno de entusiasmo del movimiento Ocupemos es la construcción de vínculos entre personas y organizaciones. Si puede mantenerse y expandirse, el movimiento Ocupemos podrá dedicarse a campañas destinadas a orientar a la sociedad en una trayectoria más humana.

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