La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, es el resultado de los más significativos esfuerzos de integración regional. La constitución de este organismo no ha sido bien vista por Estados Unidos y por la ultraderecha latinoamericana, porque es consecuencia directa de la incidencia que tienen en el hemisferio gobiernos que, como el de Brasil y el de Venezuela, entienden que el desarrollo pasa por el ejercicio de la soberanía plena.
La integración de todos los gobiernos del área y el compromiso de todos los Estados, es un logro. Pero la CELAC será exitosa en la medida en que logre despojar a la Organización de Estados Americanos, OEA, de la principalía que las grandes potencias insisten en seguirle reconociendo. Para que este proceso concluya, deberá aumentar la influencia en la región de los gobiernos progresistas. Estados Unidos se asociará con las potencias aliadas y usará los servicios de la ultraderecha para tratar de evitar que la OEA sea suplantada. Eso no puede sorprendernos.
El presidente de México, Felipe Calderón, y el de Colombia, el ultraderechista Juan Manuel Santos, han dejado ver que quieren que la CELAC y la OEA permanezcan como entes distintos. Es la posición de Sebastián Piñera, de Chile, y del panameño Ricardo Martinelli. El presidente de Ecuador, Rafael Correa, considera, sin embargo, que la OEA está desgastada, y dice que los problemas de América Latina no deben ser discutidos en Washington.
Canadá y Estados Unidos no forman parte de la CELAC. Y no se puede hablar solo de geografía. Los intereses de Canadá y Estados Unidos se han constituido más de una vez en retranca para el avance político de nuestros pueblos. No se borran de un plumazo siglos de injerencia, invasiones y ejercicio imperialista en sus más diversas manifestaciones.
Mark Toner, vocero del Departamento de Estado, dijo: “Hay muchas organizaciones subregionales en el hemisferio, nosotros pertenecemos a algunas y a otras no, nosotros seguimos trabajando a través de la OEA, que es la organización multilateral preeminente que habla por el hemisferio”.
La OEA sirvió de plataforma para aislar a Cuba en la década de 1960. En cada momento, ha rediseñado sus lineamientos para continuar legitimando la injerencia y la intervención.
En la década de 1990, Estados Unidos no mostró rechazo a las gestiones de presidentes latinoamericanos (José María Figueres Olsen, Álvaro Arzú Irigoyen y Leonel Fernández, entre otros), quienes destacaban la necesidad de “vender” la región y de privatizarlo todo.
Si hoy Estados Unidos y la ultraderecha latinoamericana cuestionan el surgimiento de la CELAC, es porque la perciben como un agujero en su bota. Quieren mantener colonias y tener un ministerio de colonias… Vale citar de nuevo a Mario Benedetti: La consigna es joderles el proyecto.
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