The War Is Over: US Army Withdraws from Iraq after Nine Years of Moral and Economic Disaster

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Coincidiendo con el último día del año, el Ejército de Estados Unidos se retirará definitivamente de Irak. Una de las guerras más innecesarias que haya conocido la historia habrá llegado a su fin, dejando un pavoroso balance en destrucción y vidas humanas. Pese a la retórica triunfalista con la que Obama y su Gobierno han pretendido envolver el regreso de las tropas, lo cierto es que la guerra de Irak quedará como uno de los grandes fiascos militares y diplomáticos de Estados Unidos. No se va derrotado en el campo de batalla, pero tampoco victorioso, entre otras razones porque los objetivos de la guerra han ido cambiando desde su inicio en marzo de 2003.

En el plano diplomático, Estados Unidos ha visto decrecer su capacidad de influencia en la región como consecuencia del empantanamiento de sus tropas en Irak. Al comienzo de su mandato, Obama intentó volcarse en la guerra de Afganistán para minimizar el coste interno que podría acarrear la retirada de Irak que se completará dentro de pocos días. Pero Afganistán parece estar precipitándose en la senda de Irak, un género de conflicto que solo ha servido para agudizar los problemas que se pretendían resolver. Hace tiempo que la mayor dificultad para Estados Unidos en Irak no era cómo vencer sino cómo salir. Y lo mismo empezó a suceder en Afganistán.

El país que las tropas estadounidenses dejan detrás es seguramente mejor que el que gobernaba Sadam Husein, aunque continúe atrapado en la corrupción y la violencia. Pero más relevante que este tímido progreso es el desorbitado coste que ha habido que pagar para alcanzarlo, tanto por parte de Irak como de Estados Unidos. Las víctimas mortales se cuentan por decenas de miles, la sangría de recursos consagrados a la guerra ha colocado a Irak al borde de la bancarrota y ha contribuido al deterioro de la economía norteamericana. Las iniquidades de Abu Ghraib y de Guantánamo también tienen que contabilizarse entre los desastres de una guerra que nunca debió ser emprendida.

Ahora sí esa guerra ha terminado, y no cuando George W. Bush lo declaró al poco de caer Sadam Husein. Han sido nueve años de estéril sufrimiento, nueve años de catástrofe militar, económica y moral, cuyas huellas se dejarán sentir aún durante mucho tiempo. En Irak por haber sido el escenario; en Estados Unidos y el resto del mundo por haber asistido, impotentes, a la conversión de una irresponsable quimera en trágica pesadilla.

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