Edited by Janie Boschma
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los tres años de Barack Obama en la Casa Blanca representan tal vez el período más fecundo para Estados Unidos en el aumento de sus áreas de influencia y control.
Por el contrario, a partir de sus mayores intervenciones militares (Corea, Vietnam, Afganistán, Irak), Estados Unidos perdió vastas zonas de influencia. Sin considerar la pérdida de influencia en África, al haber apoyado el régimen del Apartheid y las divisiones territoriales en Angola, Congo y Mozambique durante las administraciones de Ronald Reagan.
En los análisis de 30 años atrás elaborados por Zbigniew Brzezinski y Henry Kissinger, no se inscribía la predicción de que Estados Unidos posicionaría en 2011 tropas y arsenales -también nucleares- de gran magnitud desde el mar Mediterráneo hasta el Mar Arábigo y el Océano Índico. Era la aspiración nunca materializada. También era impensada la idea de invadir Irán y Siria con el apoyo de Turquía y las monarquías del Golfo Pérsico, como es la situación actual.
Es incuestionable que la política exterior bajo la actual administración ha sido más ubicua y menos rígida y ha evitado las estridencias de amenazas múltiples que caracterizaron a las últimas administraciones republicanas.
Sin embargo todo esto tiene al elector estadounidense sin cuidado y al parecer como nunca antes se identifican dos zonas de análisis aparentemente inconexas entre sí.
Se observa que la política externa incide menos en los niveles de aprobación del primer mandatario. Como que la economía, el empleo y la cantidad de dinero en los bolsillos de las personas fueran variables más determinantes que la seguridad frente a la amenaza externa o la capacidad de Estados Unidos para asumir un liderazgo global.
Por el contrario, se detecta en el público una suerte de resignación o distancia respecto a lo que Estados Unidos haga en el mundo árabe o en sus relaciones con China o Rusia. Mientras más Estados Unidos expande su influencia externa, menos peso pareciera adquirir este factor en la política local.
Frente a las elecciones de noviembre 2012, el desplome rápido de los regímenes en Irán y Siria, que han sido antiguas frustraciones de administraciones republicanas anteriores, podría contribuir a revertir ese fenómeno de pérdida en la aceptación pública de Barack Obama, sin embargo no es tan fácil ni tan directa la correlación.
Por los niveles actuales de aprobación del elector estadounidense hacia la gestión del Presidente Barack Obama, esa situación de aparentes logros en el plano internacional no le extiende un “voucher” para la reelección. Son las dos zonas diferentes del análisis y es cuando el escenario político global no influye en lo local.
Barack Obama en Noviembre de 2011, después de tres años en la presidencia exhibe apenas un 43% de aprobación. Mientras George W. Bush después del mismo período de tres años, tenía en noviembre de 2003 un 52% de aprobación. (Gallup)
Sería simplista concluir que esta diferencia de aprobación responde a las percepciones del público hacia la invasión de Irak en 2003, en el caso de Bush, y hacia las revueltas árabes por cambio de régimen en 2011, en el caso de Obama.
Por cierto, es más fácil identificar a Hussein como un enemigo externo y quizás aplaudir la invasión a un país, que procesar teorías acerca de las democracias árabes y cómo afectan la vida interna en Estados Unidos.
Con todo, en un escenario de política exterior más favorable, la tendencia de aprobación significativamente inferior al 50% a la gestión de Obama demuestra que el factor externo estaría influyendo cada vez menos en la percepción del público. Después de la muerte de Gaddafi el porcentaje de desaprobación se estacionó entre el 54% y 56 %. No bajó.
La actual crisis financiera mundial requiere de máxima seguridad y de un contexto previsible en el sistema energético. Para los países de la Alianza Occidental es indispensable tener otro pie estratégico que controle el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo, ambas zonas ricas en petróleo y además contigua a naciones islámicas del Asia Central, ricas en recursos energéticos
En este sentido la administración de Barack Obama ha constituido una sorpresa para detractores y partidarios.
El liderazgo mundial de Estados Unidos, que para muchos no es más que la presencia de un colonialismo imperial de nuevo cuño en estrecha alianza con Europa Occidental, nunca ha estado en mejores manos que con Barack Obama a la cabeza.
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