México pone los muertos y en EU se hace el negocio
La cercanía entre ambas naciones no debería ser una fatalidad.
Jesús Ortega Martínez*
“Pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Esta frase se le atribuye a Porfirio Díaz, pero al margen de conocer con precisión al autor, el hecho real es que muchos mexicanos la siguen creyendo cierta y para ellos en esto se sintetizaría el origen de nuestros males y la causa de nuestras desgracias.
El arzobispo primado de México dijo el 26 de diciembre pasado que “Jesús está en medio de nosotros para recomponer ese tejido social dañado, para rehacerlo, y que ese tejido sea más humano”. Es cierto, lo digo respetuosamente, que en un ministro religioso encomendarse a Jesucristo parece lógico y en cierto modo obligado. Y aunque ya no es tan obligado en otros, sí estamos observando que los aspirantes a la Presidencia de México están haciendo todo lo necesario para acercarse a Dios y con ello, supongo, hacer menor la distancia (aquella de la que hablaba el tuxtepecano) entre éste con México.
Uno de los aspirantes tiene a la Biblia como libro de cabecera; otro sustenta su propuesta en “que podamos ser más justos, más humanos, o sea más cristianos”; y de los otros ni se diga, pues son parte de un partido cuyo cuerpo doctrinario tiene origen en el catolicismo y más recientemente en los fundamentos de la democracia cristiana.
De tal manera, que nuestra “lejanía de Dios”, es decir, la primer parte del “problema” planteado por Porfirio Díaz, ya casi la resolvemos.
La segunda parte –nuestra cercanía con los EU– está resultando más preocupante. Porque es verdad que una parte sustancial de nuestra problemática nacional, se encuentra estrechamente vinculada al contenido de nuestra relación con los vecinos del norte. Así es, por ejemplo, con el asunto de la violencia en nuestro territorio. Este flagelo se recrudece –aparte de la errónea estrategia de Calderón– porque el gobierno norteamericano no asume la corresponsabilidad que le pertenece. Sigue consintiendo el tráfico de armas hacia México (por el enorme interés económico que a ellos le significa) y continúa igualmente consintiendo el impresionante negocio que representa el tráfico y consumo de drogas en su propio territorio.
Según la OMS los norteamericanos consumen un tercio de la producción mundial de la cocaína; las autoridades confiscan apenas 1% de las drogas que ahí se comercializan, y el tráfico y consumo de estupefacientes le significa un negocio de más de 100 mil millones de dólares anualmente. Aparte, en el caso de la mariguana, la producción legal en EU alcanza las 10 mil toneladas métricas y su utilidad es ahora mayor que la derivada de la producción de soya o maíz. Es decir, México pone los muertos y en los EU se hace el negocio.
Esta perversa relación debe de cambiar y los candidatos deben de dar a conocer sus propuestas sobre cómo enfrentar comúnmente este terrible problema.
Pero existen otros temas a tratar puntualmente con Obama, o con quien resulte presidente en las elecciones de noviembre. Tenemos el caso de nuestra relación comercial siempre sujeta a los intereses de las grandes corporaciones empresariales y los sindicatos norteamericanos, o la situación de fragilidad en la protección de los derechos más elementales de los trabajadores mexicanos en EU.
La cercanía entre ambas naciones no debería ser una fatalidad, pero ello depende de la actitud de los gobiernos, especialmente del nuestro. Es decir; de que nuestro próximo Presidente pueda plantear el dotar de un contenido sustantivamente nuevo y diferente a nuestra vecindad, para que ello implique beneficios a los estadunidenses, pero que también signifiquen nuevas y mejores condiciones para nuestro desarrollo.
Es cierto que tenemos que ampliar el horizonte de nuestras relaciones económicas y políticas con el resto del mundo, pero resulta imposible soslayar los tres mil kilómetros de frontera común y nuestra codependencia en la economía, la seguridad, el combate al crimen, etcétera.
Puede ser que algunos de nuestros aspirantes apuesten a la providencia para resolver los problemas del país, pero no estaría mal que tomaran en cuenta la necesidad de una nueva política internacional, especialmente con Estados Unidos.
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