Kafka y el décimo aniversario de Guantánamo
El argumento de El proceso, de Franz Kafka, es bien conocido: Josef K, un probo empleado de banca, es detenido una mañana sin que la Policía le informe de cuál es su presunto delito. A partir de ahí, se convierte en víctima de una gélida maquinaria judicial que jamás llega a explicitarle una acusación. Josef K, según la burocracia, debe conocer perfectamente cuál es el crimen que ha cometido y sus protestas de inocencia de cualquier tipo de delito no hacen sino agravar su caso. Publicada en 1925, El proceso es una novela que anticipa los horrores de los totalitarismos inquisitoriales del siglo XX… y de alguno de los nacidos en este siglo XXI.
El argelino Lakhdar Boumediene pasó siete años (2002-2009) enjaulado en Guantánamo sin que jamás fuera acusado ante un tribunal de delito alguno. Boumediene evoca aquella kakfiana experiencia en un artículo publicado hoy en el International Herald Tribune y ayer en The New York Times (My seven-year Guantánamo nightmare). Lo peor, cuenta, fue que sus hijas crecieron sin poder verle ni una sola vez en esos siete años, ni tan siquiera hablar con él por teléfono. Las pocas cartas que recibió de las pequeñas, muchas menos de las enviadas, estaban “tan duramente censuradas que sus mensajes de amor y apoyo se perdieron”.
En septiembre de 2001, Boumedienne trabajaba en Sarajevo como director de un centro de ayuda a niños huérfanos de la Media Luna Roja (la denominación de la Cruz Roja en los países musulmanes). Tras los atentados de Nueva York y Washington, fue capturado por esbirros norteamericanos y trasladado en avión a Guantánamo. Solo fue liberado cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos (caso Boumedine vs Bush) ordenó al Gobierno de ese país que procediera a acusar formalmente al detenido de algún delito concreto y, en consecuencia, exhibiera las correspondientes pruebas. El Gobierno no presentó cargos y el argelino fue excarcelado. Ahora vive en Francia con su familia.
Situado en una base militar estadounidense en la isla de Cuba, Guantánamo (¿presidio sin control judicial? ¿campo de concentración? ¿campo de exterminio? ¿producto estrella del Gulag norteamericano?) cumple este miércoles 11 de enero su décimo aniversario. Ahí siguen todavía 171 hombres, pese a las promesas de Obama de cerrar ese paradigma universal de la infamia si llegaba a la Casa Blanca.
Barcelonesa y residente en Nueva York, Emma Reverter, licenciada en Derecho y en Periodismo, lleva una década informando (en la medida en que se puede) sobre Guantánamo, lugar que ha visitado en tres ocasiones. Ahora Roca Editorial publica su libro Guantánamo, diez años. Reverter arranca su obra rindiendo el debido homenaje a aquellos abogados del Center for Constitutional Rights (CRC) que, nada más creado el horror de Guantánamo, recordaron un principio básico de la vida civilizada: todo acusado tiene derecho a defenderse ante un tribunal de la acusación o las acusaciones concretas formuladas contra él. Por supuesto, esos abogados auténticamente americanos fueron, y siguen siendo, insultados y amenazados por compatriotas fanáticos que les tildan de traidores, cómplices del terrorismo y amigos de Osama Bin Laden.
Por Guantánamo han pasado más de 800 presos. Algunos de los 171 que allí siguen “saben que no van a salir vivos” de ese agujero negro, según escribe Reverter. De hecho, los dos últimos que escaparon lo hicieron dentro de un ataúd, uno tras suicidarse.
En 2006, Mat Withecross y Michel Winterbotton dirigieron el filme británico The road to Guantánamo (Camino a Guantánamo). Contaba la historia real de unos musulmanes británicos que viajaron a Pakistán para asistir a una boda y terminaron en manos de las fuerzas estadounidenses que invadieron y ocuparon Afganistán tras el 11-S. Tres de ellos (the Tipton Three) fueron llevados a Guantánamo, donde se les puso la mordaza, las cadenas y el mono color naranja y permanecieron presos más de dos años, sometidos a incontables humillaciones y torturas. Finalmente fueron devueltos al Reino Unido, donde recuperaron su libertad sin cargos.
Dos años después, en 2008, llegó a las librerías españolas la novela El prisionero de Guantánamo (RBA), del periodista y escritor estadounidense Dan Fesperman. El limbo alumbrado por la mentalidad de Torquemada de Bush y sus neocon se incorporaba así al catálogo de la série noire.
Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido catalogar El proceso como un thriller. Y sin embargo, ninguna obra expresa mejor la angustia del inocente privado de su libertad por un poder desalmado, y torturado hasta que de la razón a sus captores y se confiese culpable de lo que sea, cualquier cosa, lo que ellos quieran.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.