Tenth Anniversary of a Barbarity

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Décimo aniversario de una barbarie

Sostener la infame prisión de Guantánamo es ahondar la regresión a la barbarie de un país que fue vanguardia en la defensa de los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos.

* 20/01/2012 00:01 , por Redacción LAVOZ

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Pretender imponer la democracia mediante bombardeos con F-16, misiles crucero y balas de uranio empobrecido es desnudar una oprobiosa ignorancia de lo que verdaderamente es democracia. Ese desconocimiento de principios básicos de la política se torna amenaza grave para los pueblos dispuestos a ejercer sin tutelajes su soberanía.

George W. Bush y Barack Obama son ejemplo del principio constitucional de continuidad jurídica de los actos del Estado, aunque éstos sean insanablemente nulos, como la brutal evangelización democrática que se intenta en Medio Oriente. Fundamentalmente, porque está basada sobre el desconocimiento de la autodeterminación de los pueblos, la violación de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

Nada testimonia con mayor dramatismo la decadencia de los valores morales de la superpotencia que el envenenamiento de las raíces de sus fundamentos éticos. Porque si la civilización adquiere conciencia militante de la sacralidad de los derechos humanos es porque en 1776 el pueblo de Virginia sancionó su primera Declaración de Derechos, y a su vez ella fue antecedente de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, sancionada en 1789 por la Revolución Francesa, y de la Carta de Derechos de los Estados Unidos, de 1791. Era tan avanzada la declaración de Virginia que reconocía los derechos al “gozo de la vida” y a la “felicidad”. Y quien por primera vez invocó el derecho de los pueblos a su autodeterminación fue el presidente estadounidense Woodrow Wilson, en Versalles, en 1919.

Supone, pues, una trágica regresión conmemorar el 10° aniversario de la prisión de Guantánamo, donde son mantenidas prisioneras, sin imputación judicial y en reclusión indefinida, más de 150 personas. Ninguna de ellas estuvo vinculada con los atentados del 11-S (la casi totalidad de los verdaderos terroristas sobrevivientes ya está en cárceles secretas). La mayoría de los prisioneros fueron sometidos a aberrantes torturas que los propios torturadores se encargaron de fotografiar y filmar. Han sido torturados desde un menor de 9 años de edad hasta un anciano de 86, enfermo de demencia senil.

Este retorno a la barbarie fue precedido en 2003 por las vesanías perpetradas por fuerzas estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, en Irak, también alegremente fotografiadas y filmadas, y se prolonga hasta nuestros días con las imágenes de soldados yanquis orinando cadáveres de talibanes, en Afganistán.

Por cierto, gran parte de Occidente y Medio Oriente es cómplice, porque casi ningún país aceptó recibir a prisioneros de Guantánamo que serían liberados. Dos de los sórdidos argumentos esgrimidos son que pondrían en peligro su seguridad (¿por ejemplo, ese niño de 9 años y ese anciano enfermo?) y, deshonrosa irrisión, no disponer de recursos para su mantenimiento.

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