The Improbable Ron Paul

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El improbable Ron Paul

24 ENE 2012 19:03

El fenómeno de las primarias republicanas es un obstetra de 76 años de ideas libertarias, Ron Paul, al que nadie tomó en serio durante un cuarto de siglo, pero cuyo tercer lugar en Iowa y segundo lugar en New Hampshire sugieren dos cosas. La primera: no es totalmente descabellado imaginar que tendrá el mayor número de delegados en la Convención republicana después del ganador este verano, lo que dará a sus ideas gran peso en la plataforma electoral y un auditorio masivo a escala nacional. La segunda: puede acabar convertido en candidato de una tercera fuerza, provocando estragos en el republicano, digamos Mitt Romney, que se enfrente a Obama.

Los libertarios no son nuevos.Los Padres Fundadores fueron, en cierta forma, los primeros libertarios de Estados Unidos. La versión moderna tuvo sus días de gloria intelectual en las primeras décadas del siglo XX gracias a escritores como H.L. Mencken, Albert Nock y Garet Garret, que hicieron la gran crítica ideológica del ‘New Deal’ estatista de Roosevelt. Se le llamó a esto la “nueva derecha”. Luego, en los años 60 y 70, surgieron institutos y centros de investigación para divulgar las mismas ideas. El correlato político fue el Partido Libertario, que nació en 1971 en Colorado.

Desde entonces, los libertarios han tenido algún eco periodístico y alguna presencia académica, pero poco impacto político a escala nacional. Lo suyo –volver a las raíces republicanas con una política exterior enteramente ajena a todo intervencionismo exterior, un adelgazamiento radical del Estado, mercados libres, descriminalización de las drogas y eliminación del banco central— estaba demasiado alejado del consenso nacional como para aspirar a más. Ron Paul, que lleva más de dos décadas y media como congresista por Texas, era visto como una excentricidad inofensiva y simpática. Su nombre siempre era mencionado junto con una estadística que lo decía todo: era, en la historia de EstadosUnidos, el congresista que más veces había votado en solitario. Un sinnúmero de veces él había votado “no” mientras que los otros 534 congresistas habían votado “sí”.

Pues bien: todo esto cambió cuando, en las primarias republicanas de hace cuatro años, Ron Paul pasó de ser una anécdota a convertirse en una fuerza. El hecho reflejaba el surgimiento del Tea Party, que combinaba,en amalgama compleja, una raíz libertaria con otra evangélica, y el creciente hastío de muchos ciudadanos con un estatismo al que atribuían la crisis de 2007/2008 y, por supuesto, la respuest amonetaria y fiscal del gobierno a esa hecatombe. Paul se convirtió, setentón, frágil y con aires de abuelito cascarrabias, en una improbable estrella de rock, aupado por jóvenes y no tan jóvenes que donaron 20 millones de dólares por Internet a su campaña. Hoy, cuatro años después, Paul reedita su éxito pero esta vez lo reedita con algo más que entusiasmo: votos puros y duros.

Me di cuenta de lo que está pasando con Paul cuando mi hijo mayor, de 15 años, llegó del colegio, hace algunas semanas, y me dijo, con el mismo tono con que me habla de fútbol o de música, que buena parte de su clase está entusiasmada con Paul y él también.

Paul no puede ganar. Pero, como explicó hace poco Charles Krauthammer, un célebre comentarista conservador de Estados Unidos, Paul no es un candidato sino una causa. Por tanto, su objetivo no es ganar la nominación sino dar a sus ideas, después de una larga travesía del desierto, el prestigio y la respetabilidad que permitan a un futuro libertario, quizá su hijo Rand, reciente senador y tan brillante como él, pelear en serio el liderazgo del partido.

La historia ha reservado a personajes así, en distintos lugares del espectro ideológico, un lugar señero. Precursores, se los llama. Como recuerda George Will, otro comentarista conservador altamente cotizado en Estados Unidos, Eugene Debbs fue varias veces candidato como socialista a comienzos del siglo XX; aunque nunca ganó, llegó a tener tal influencia que a la postre el ‘New Deal’ de Roosevelt recogió gran parte de sus propuestas. Paul sabe que no era Presidente –ha dicho que le cuesta verse en la Casa Blanca—, pero si logra, gracias al dinero que ha recaudado, la proeza de durar algunas semanas más en campaña y convertirse en el segundo republicano en número de delegados, la Convención será revolucionaria: estarán obligados a darle un espacio acorde con su peso electoral y a recoger de una u otra forma algunas de sus propuestas, todas las cuales son radicales: desde la eliminación de varios ministerios hasta la supresión de la Reserva Federal, pasando por la cancelación de las bases militares en el exterior y la descriminalización de las drogas.

Si se negaran a ello, nada impediría, desde el punto de vista legal, que Paul fuese candidato a la cabeza de un tercer partido, llevándose con ello una montaña de votos republicanos cercanos al Tea Party y a no pocos independientes jóvenes, que parecen ser los más entusiastas. Sería la sepultura del candidato republicano pero también la irrupción definitiva de la causa libertaria en el ‘mainstream’ americano.

¿Quién dijo que estas elecciones serán aburridas?

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