Edited by Mark DeLucas
Será en verano, época guerrera por excelencia. En mitad de la campaña presidencial, con Obama y Romney enzarzados en la pelea decisiva. Un tiempo de transición, por tanto, en el que se abren las ventanas a iniciativas inusuales. Todo será muy rápido, con bombardeos de precisión realizados por aviones no tripulados y por superbombaderos cargados con obuses perforadores. Después vendrá la respuesta, que puede convertirse en guerra. Cuando todo termine, nada será como antes. Para dilucidar la consistencia de esta historia, que muchos quieren evitar, hay que responder a varias preguntas:
1.- ¿Es Irán una amenaza? Lo es, sin duda, a pesar de todas las protestas iraníes sobre el carácter civil de su industria nuclear. El desarrollo nuclear civil conduce a un umbral tecnológico, denominado zona de inmunidad, a partir del cual ya no hay retroceso. A pesar de las guerras secretas del Mosad contra Irán y de la presión diplomática y los embargos, muchos indicios señalan que ya se ha llegado al punto crítico, de forma que si se supera, habrá que contar con una nueva potencia nuclear en Oriente Próximo. Israel considera esta eventualidad como “una amenaza existencial”. Para la monarquía saudí es un desafío intolerable a su hegemonía en la región del Golfo. Y desde el punto de vista de la proliferación nuclear, la bomba iraní sería la invitación a que otros países de la región, como Egipto, Turquía o Arabia Saudí, siguieran el mismo camino.
2.- ¿Es posible eliminar el peligro nuclear iraní? Hay teorías para todos los gustos, aunque ninguna considera posible su eliminación definitiva sin cambiar el régimen. Los iraníes han aprendido de los bombardeos realizados por Israel sobre los reactores de Irak y Siria, en 1981 y 2007, respectivamente, de forma que sus instalaciones se hallan muy dispersas, protegidas y en algunos casos a unas profundidades inalcanzables ni siquiera por las megabombas antibúnker. Los más pesimistas consideran que se retrasaría el programa nuclear en unos pocos meses, quizás un año, y los más optimistas en dos. Los proliferadores han aprendido de Sadam Husein: la mejor forma de evitar que te ataquen por proliferar es que ya tengas la bomba; si no la tienes, como le sucedió al dictador iraquí, te van a atacar e incluso invadir: un argumento más para atacar ahora.
3.- ¿Qué resultados puede obtener Israel con un ataque preventivo? Esta es la pregunta donde el espacio de incertidumbre es mayor. La capacidad de respuesta bélica iraní probablemente es menor de lo que sus declaraciones y gestos pretenden mostrar. Pueden intentar cerrar el estrecho de Ormuz, realizar ataques con misiles contra Israel o lanzar una campaña de atentados en todo el mundo. El precio del petróleo se verá afectado. Fácilmente debilitará a la oposición iraní, obligada a cerrar filas con el régimen en un tema que pone en juego el orgullo nacional. Se inflamará de nuevo un cierto antiimperialismo que la primavera árabe había amortiguado.
4.- ¿Qué efectos producirá en el mapa geopolítico? Si es grande la incertidumbre respecto a los resultados inmediatos de un ataque, mayor es todavía respecto a los efectos sobre la geopolítica de una zona sometida a un terremoto de cambios. Israel se halla en un momento crucial para su futuro, en un aislamiento internacional insólito y pendiente del rumbo de Egipto, así como de la posibilidad de ruptura o modificación del tratado de paz de Camp David, que le ha garantizado más de 30 años de estabilidad en la frontera occidental. También en Jordania pueden precipitarse los acontecimientos en dirección a un endurecimiento de las relaciones con Israel. Su única seguridad es la inquebrantable amistad expresada por Obama, a pesar del mal trato que le ha dado Netanyahu. Israel necesita restaurar plenamente la disuasión militar en la zona, después de dilapidarla en la guerra de Líbano y recuperarla solo parcialmente en Gaza. Sabe que más pronto que tarde deberá negociar con Gobiernos islámicos salidos de las urnas en Egipto y Jordania, al menos, quizás también en Siria, y bajo las nuevas e insólitas condiciones de unos electorados y opiniones públicas árabes que expresarán libremente su enemistad. El ataque preventivo contra Irán puede ser entonces la demostración de fuerza previa a una negociación con los nuevos agentes de la historia en Oriente Próximo.
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