El escenario del discurso del Estado de la Unión, en el cual el presidente de los Estados Unidos presenta su visión del país, le sirvió a Barack Obama para arrancar su carrera por la reelección.
Con una retórica medida y centrada en la recuperación económica y en un futuro promisorio en medio de la crisis, apuntó a la clase media, que es la que le puede dar la victoria en noviembre.
De allí salieron las líneas principales sobre las cuales va a construir su campaña por otros cuatro años en la Casa Blanca. Y siendo la actual situación el mínimo común denominador, era apenas obvio que el enfoque central se diera sobre la economía y cómo rescatar a la inmensa clase media del galopante desempleo que se mantiene en una tasa preocupante del 8,5%. Dentro de este panorama, mencionar medidas efectistas, como la de hacer que aquellos que ganen más de un millón de dólares paguen impuestos proporcionales a los que desembolsa anualmente la mayoría de la población, es un punto que levanta aplausos en las tribunas. No fue coincidencia que trajera ese tema el mismo día en que, en la mañana, el candidato más opcionado a ganar la nominación republicana, Mitt Romney, había presentado su declaración de renta, según la cual habiendo ganado más de 21 millones de dólares en 2011 pagará tan sólo un 14% en impuestos, cuando la media es de un 30%. Más claro si se tiene en cuenta que con la propuesta de alivio fiscal del segundo en la contienda conservadora, Newt Gingrich, Romney no tendría que pagar un dólar. Esto, en un año electoral con crisis de por medio y alto desempleo, es un punto a favor de Obama.
Para resaltar el desequilibrio prometió “restaurar una economía en la que todos tengan una parte justa, todos hagan su aporte y todos jueguen bajo las mismas reglas”. De igual manera se mostró como un estadista que al buscar el bien común de todos sus ciudadanos también llama a la unidad para sacar al país adelante, sin distingos de color político, acudiendo al ejemplo del operativo militar que dio de baja a Bin Laden y en el cual todas las partes del engranaje empleado en la acción actuaron unidas por un objetivo común.
Todas estas frases efectistas, utilizadas de manera milimétrica, pueden tener un impacto inicial en la audiencia, pero a la hora de los votos lo que va a pesar realmente es el bolsillo, y ahí es donde se va a centrar la pelea por la presidencia.
Obama propuso “un país que lidere al mundo en la educación de su pueblo, que atraiga una nueva generación de manufacturas de alta tecnología… un futuro en el que controlemos nuestra propia energía… una economía hecha para durar, donde se recompensa el trabajo duro y se premia la responsabilidad”. La pregunta, claro, es por qué tanta propuesta sobre lo que se debe hacer cuando ya va a cumplir su cuatrienio. ¿Por qué no lo ha hecho aún?
La respuesta, desde su perspectiva, es doble: mostró indicadores en materia de desempleo y crecimiento que demuestran que las recetas aplicadas están comenzando a dar resultados. Pero además aprovechó hábilmente los bajísimos índices de popularidad —de cerca del 11%— que tiene un Congreso mayoritariamente republicano, para golpear al partido contrario al insistir en el bloqueo de los conservadores a sus propuestas necesarias para sacar al país adelante.
El panorama parece favorecer a Obama en momentos en que las encuestas de favorabilidad, a pesar de no ser las ideales, han venido mejorando con respecto a unos meses atrás. Falta que se defina el candidato opositor y que los independientes, que normalmente se ubican en el centro, acepten que vale la pena darle cuatro años más. La economía y el electorado lo dirán.
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