Israel and the United States: When the Tail Wags the Dog

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En mi columna de hoy en la edición impresa trato las consecuencias de un eventual bombardeo israelí sobre Irán desde el punto de vista de los intereses de la Unión Europea. A poco que examinemos “el día después”, sostengo, veremos que debemos evitar a toda costa ese bombardeo. Hoy es todavía “el día antes”, y sin embargo, no da la impresión de que la UE esté haciendo mucho para disuadir a Israel de llevar a cabo ese ataque.

¿Es tan inminente ese ataque? Al parecer sí. Robert Haddick sostiene en este artículo en la revista Foreign Policy (“The ticking clock”), que la cuenta atrás ya ha comenzado. La filtración a comienzos de mes al Washington Post de un comentario de Leon Panetta, Secretario de Defensa estadounidense, en el sentido de que Israel podría bombardear en cualquier momento a partir de abril es un indicio importante, que se suma a varias consideraciones.

Una, las sanciones no están funcionando. Irán hace como que negocia para ganar tiempo, pero no facilita acceso completo a los inspectores a todas sus instalaciones ni tampoco reconoce que sus ambiciones nucleares tienen un carácter militar, lo que indica que las sanciones no le inducirán a sacrificar su programa nuclear.

Segundo, los iraníes estarían a punto de trasladar su producción de uranio enriquecido al complejo de Fordow, que al estar situado dentro de una montaña no podría ser bombardeado con efectividad. Es lo que los israelíes llaman “cruzar la zona de inmunidad”. La ventana, argumentan, se está cerrando: una vez trasladado a Fordow el programa nuclear no podrá ser detenido.

Tercero, aunque los iraníes no tengan la capacidad de eliminar el programa nuclear iraní en un solo ataque por sorpresa, ya que sus instalaciones están dispersas y bien protegidas, ese no es un factor disuasorio. Al contrario: Israel sólo quiere empezar, sabiendo que la respuesta iraní, lanzando misiles sobre Israel y sobre los buques estadounidenses en el Estrecho de Ormuz, forzará a EEUU a intervenir y “terminar el trabajo”.

De ahí la afirmación “la cola mueve al perro”. Estamos asistiendo a un increíble tira y afloja entre Israel y Estados Unidos. Tanto Obama como su Secretario de Defensa, Leon Panetta, están haciendo todo lo posible para que Israel no lance ese ataque. Pero “todo lo posible” no parece mucho: ¿es que Obama, presidente del país más poderoso del mundo no puede disuadir a Netanyahu de que emprenda una guerra que EEUU no considera que conviene a sus intereses? ¿Es que después de todos estos años de proteger a Israel en Naciones Unidas, armarlo y ayudarlo económicamente Washington no tiene instrumentos de presión sobre Tel Aviv?

Parece increíble pero es cierto. Si hay una relación bilateral de Estados Unidos donde Washington no tenga la sartén por el mango es la relación con Israel. Más bien al contrario, como documentaron hace tiempo Stephen Waltz y John Mearsheimer en un polémico pero interesantísimo libro (“El lobby israelí y la política exterior estadounidense”)*, hace tiempo que la política exterior de Estados Unidos hacia Israel está al servicio de los intereses de Israel y no de los de Estados Unidos. No se trata de la típica visión conspiranoica sino de un argumento muy trabado puesto en marcha por dos de los más reputados especialistas estadounidenses en política exterior, dos hombres más bien conservadores, inscritos en la tradición realista de las relaciones internacionales y que trabajan en universidades de mucho prestigio. Vía la AIPAC (la asociación americano-israelí), sostienen, Israel ha logrado que EEUU haga suyos unos intereses que no son los suyos o, como es el caso actual, imponerle su voluntad. La paradoja es evidente, Obama, que comenzó su mandato con un mensaje en farsi tendiendo la mano a los iraníes, muy bien puede acabar bombardeando Irán, en contra de su voluntad.

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