En un mundo, un país y una ciudad tan difíciles es importante defender a capa y espada nuestra felicidad.
Hace unos años leí un libro llamado The Happiness Project (Objetivo: felicidad) de Gretchen Rubin, que recuenta cómo la autora se dedicó a su propia felicidad, como si fuera un proyecto laboral. Identificó 12 temas que sentía no la hacía feliz o que quería mejorar para serlo, y se aproximó al ello con tablas y seguimiento a logros durante un año entero. El libro tuvo tanto éxito en Estados Unidos, que hoy en día la autora mantiene un blog (www.happiness-project.com), está en redes sociales, escribe para Forbes y, en general, sigue muy activa buscando ayudar a la gente a crear proyectos similares.
Había olvidado el libro, aunque me había encantado, y volví a encontrar un artículo de Rubin en la web que me cayó como anillo al dedo, dado que decidí a finales del año pasado, que el 2012 iba a estar enfocado a la felicidad.
No es que haya estado infeliz, ni mucho menos, pero me di cuenta que estaba quejándome de tonterías, no valorando todo lo que tengo, gastando energía en temas irrelevantes, pasando menos tiempo con amigos y familia, pero ante todo, no gozando la vida al 100%.
He estado buscando cumplir mis propósitos y ya he notado una diferencia sustancial en mi estado de ánimo. Sin embargo, siento los pasos del día a día laboral y las crecientes cargas pesando sobre mis hombros, y es en ese sentido que haber reencontrado este libro es tan importante. A la felicidad hay que trabajarle como a cualquier otro tema. Hoy existen muchísimos libros y hasta proyectos académicos buscando analizar la felicidad y ayudar a la gente a encontrarla. La mayoría han llegado a conclusiones interesantes como que sólo un 10 por ciento de nuestra felicidad es definida por temas como el dinero, el estatus y la imagen. Lo que han encontrado es que lo esencial para ser felices es tener relaciones personales sólidas (familia y amigos), sentirse parte de una comunidad o un proyecto grupal, tener crecimiento personal y desarrollar actividades que generen satisfacción.
Eso suena fácil, pero la sociedad moderna va en sentido contrario y es ahí donde radica el reto de convertir la búsqueda de la felicidad personal en un frente de trabajo. Tendemos a creer que nuestro tiempo acá es infinito, que podemos posponer todo y que lidiar con los niños y los temas familiares es una obligación y no un regalo de la vida. Seguiré igual de ambiciosa en lo laboral –eso lo tengo en el ADN–, pero no dejaré que el trabajo y el afán me dejen olvidar lo verdaderamente importante. Como oí decir a un entrevistado en un documental llamado Happy , “la vida es un préstamo y hay que devolverlo con intereses”.
En un mundo, un país y una ciudad tan difíciles es importante defender a capa y espada nuestra felicidad. No importa cuál sea, cada persona la encuentra de distintas maneras, pero claramente es lo más importante que tenemos y lo único que nos llevaremos al morir.
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