Seoul and Little Else

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LA cumbre de seguridad nuclear de Seúl se clausuró el martes con poco más que una declaración de intenciones. De hecho, el propio presidente de EE.UU., Barack Obama, sorprendido por un micrófono abierto mientras parlamentaba con el presidente ruso en funciones, Dmitri Medvédev, ya advirtió que necesita margen, hasta su hipotética reelección el próximo noviembre, para pactar con Rusia una rebaja en el escudo antimisiles europeo que satisfaga a Moscú. Esta es la principal, aunque pobre, conclusión de la cumbre.

Por lo que afecta a la seguridad global para que el material nuclear no caiga en manos terroristas, tampoco la cumbre de Seúl fue más allá de instar a los estados a poner en práctica las medidas adoptadas en la cumbre de Washington del 2010, pero sin que esta recomendación sea vinculante ni ofrezca financiación alguna para llevarla a cabo. No están los tiempos de crisis para ello. El presidente surcoreano, Lee Myung-bak, advirtió que en la actualidad existe en el mundo material de uranio enriquecido y plutonio sin la seguridad adecuada y que es suficientes para fabricar unas cien mil bombas atómicas, una parte del cual podría caer en manos de grupos terroristas. Pero no pareció alarmar a los asistentes y tendrá que ser la cumbre en Holanda del 2014 la que dé un paso más en este sentido, tanto en lo que se refiere al almacenamiento de este material como a su comercio y su transporte.

Tampoco hubo avances en la respuesta que la comunidad internacional debe dar a las amenazas que suponen los programas nucleares de Corea del Norte e Irán. Por tratarse del vecino de Seúl, fue el régimen de Pyongyang el más citado. Su insistencia en lanzar un satélite a mediados de abril con un misil de largo alcance que, según los expertos, puede esconder en realidad una prueba nuclear, ha estado presente en la cumbre hasta el punto que China, la aliada de Corea de Norte, se ha visto en la obligación de presionarla. Pero no parece que vaya a ser efectiva.

La sombra de la amenaza iraní también ha planeado sobre la cumbre, aunque de forma mucho más discreta. Obama ha advertido a sus interlocutores en Seúl, especialmente a los líderes chino y ruso, que la vía diplomática con Teherán para que detenga sus trabajos nucleares con objetivo no pacífico está prácticamente agotada y que la comunidad internacional deberá tomar decisiones si el régimen de los ayatolás sigue haciendo caso omiso a las recomendaciones del Organismo Internacional de Energía Atómica. Israel presiona a la comunidad internacional para emprender una acción militar sobre las instalaciones nucleares iraníes, mientras sus aliados de Washington, Londres y París tratan de ganar tiempo para evitarla. En año electoral es difícil que Obama se lance a esta aventura.

Más allá de algunos acuerdos entre países, como el de sustituir el uso de uranio altamente enriquecido para fines médicos por el uranio empobrecido, más denso pero menos radiactivo, con lo que mejora la seguridad de las instalaciones y de personal, la cumbre de Seúl se salda con un balance mínimo en cuanto a sus resultados. Poco se ha avanzado en la seguridad ni en lo que se refiere al futuro de la energía nuclear. Del fiasco de Fukushima pocas lecciones se han extraído. Quizás un año sea un lapso de tiempo corto y la cumbre ha pasado de puntillas sobre uno de los problemas que más afectan al futuro nuclear con fines pacíficos.

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