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Posted on April 13, 2012.
Ha llegado la hora de reconocer que somos distintos, dijo ahora hace diez años Robert Kagan, provocando una considerable polémica. Los americanos, escribió Kagan en su artículo (“Power and Weakness”, Policy Review 113/ 2002), somos de Marte (el Dios de la guerra) mientras que los europeos sois de Venus (la Diosa del amor). Los americanos, proseguía Kagan, vivimos en un mundo hobbesiano, un mundo regido por el uso de la fuerza, mientras que los europeos vivís (o pretendéis vivir) en un mundo kantiano, regido por el derecho y las instituciones. Así, mientras los europeos hacéis todo lo posible por desembarazaros del poder y la fuerza, los americanos utilizamos ambos instrumentos para moldear el mundo a nuestra imagen y semejanza. Acabada la guerra fría, decía Kagan, los europeos se disponían a vivir en un mundo feliz. El 11-S, sin embargo, demostró que el mundo no había cambiado en el sentido que los europeos deseaban. Pero estos, en lugar de asumir la realidad, se empeñan en negarla.
El artículo de Kagan dio lugar a un libro homónimo (Poder y debilidad, publicado en Taurus, 2003) y a ríos de tinta y críticas. Hoy, diez años, después, la revista en la que originalmente se publicara el artículo (Policy Review) nos plantea una interesante retrospectiva, encabezada por el mismo autor, Robert Kagan (“A comment on context”, Policy Review 172/ 2012) y seguida por un interesantísimo artículo de Robert Cooper (Hubris and False Hopes), uno de los arquitectos intelectuales de la política exterior europea.
Kagan nos cuenta varias cosas que no sabíamos y que ayudan a entender mejor su artículo. Primero, que el texto fue concebido antes del 11-S y, por supuesto, antes de la guerra de Irak, así que en modo alguno pretendía ser una justificación de esa guerra o de las políticas de Bush. Las diferencias entre Europa y EEUU, argumenta Kagan, son estructurales, y eran ya visibles en época de Clinton. La Administración Bush agravaría esas diferencias, pero en modo alguno las generaría, dice Kagan.
También nos cuenta Kagan que, en realidad, su mayor influencia a la hora de escribir el artículo provino de un europeo, Robert Cooper, el diplomático británico que durante una década asesoró a Javier Solana en la Unión Europea y autor de, también, un polémico texto, “El Estado posmoderno” (2002) donde se abogaba por un “nuevo intervencionismo liberal”. Las democracias europeas, sostenía Cooper tenían que superar sus recelos a intervenir militarmente en el exterior para defender los valores de la democracia liberal. El mundo de ahí fuera, decía Cooper, no sólo había entidades posmodernas como la UE, sino también estados modernos y estados fallidos que se regían por parámetros clásicos como la fuerza o el poder (véase una versión traducida en la Revista Académica de Relaciones Internacionales, 2005).
Que la crítica de Kagan a las actitudes europeas hacia el uso de la fuerza fuera compartida dentro de la propia Europa resulta sumamente interesante ya que cuestiona su argumento sobre el carácter permanente e incluso irreconciliable de estas supuestas diferencias entre europeos y americanos.
Más interesante resulta la conclusión que el propio Cooper plantea, una década después, sobre el resultado de este “enfrentamiento” entre Venus y Marte. Después de los errores de Afganistán e Irak, Estados Unidos es víctima de la “debilidad del poder”: su inmenso poder militar ha servido de bien poco, y ha enseñado una dura lección de humildad. EEUU ha aprendido que necesita fijarse en la política, la legitimidad, la construcción de Estados, el derecho, no sólo en la fuerza. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, ese mundo kantiano posmoderno en el que los europeos creían tampoco termina de arrancar. Humildad a ambos lados. ¿Empate entre Venus y Marte sobre un trasfondo de auge chino?
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