En la noche del 5 de abril el presidente Barack Obama tuvo una rara reunión de «recaudación de fondos secretos» en el Hotel Tony Jefferson que estuvo totalmente cerrada a la prensa y a la que asistió un grupo de 20 personas que pagaron cada una 40 000 dólares para asistir. La información la dio Charlie Spiering en un blog que se dedica a seguirle los pasos a la Oficina Oval, y lo que le llamó la atención al periodista es que habitualmente, en ese tipo de eventos, a un miembro del pool de prensa que atiende la Casa Blanca le permiten entrar en la primera parte del encuentro, mientras el Presidente da su discurso a sus apoyadores.
Dice Spiering que en diciembre, Obama tuvo otras dos de estas reuniones recaudadoras de plata para la campaña electoral en Washington D.C. Una de ellas fue en el hotel St. Regis, con el gobernador de Massachusetts Deval Patrick. Un periodista de los que acompañan en el avión presidencial, el Air Force One, indagó por qué estaba cerrada a los periodistas, a lo que el secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, replicó: «Porque, como ustedes saben, cuando el Presidente no da discurso, no tenemos al pool ahí».
La otra a la que el Servicio Secreto bloqueó la entrada a la habitación del encuentro en el Hotel Jefferson fue el 7 de diciembre, e incluso le ordenaron a Matt Negrin, reportero de la cadena ABC, que abandonara el hotel porque en un sitio tan público como el bar del lugar estuvo alternando con los donantes después del evento, en que cada uno de los 20 presentes había pagado 35 800 dólares.
El chisme es más largo: Obama habló personalmente con cada uno de los asistentes, y cuando el reportero Negrin fisgoneó, uno de ellos solo hizo un ademán, cerró sus labios con un dedo como si fuera un zipper y le dijo «sin comentario».
Los republicanos no se quedan atrás ni un pasito, y también tienen sus reuniones para recaudar fondos a puertas cerradas a la prensa. Pudiéramos citar al que parece más cercano a conseguir la candidatura, Mitt Romney, que tiene plata de sobra por su propia cuenta, al punto de que en no pocos letreros en las manifestaciones de los indignados estadounidenses lo tildan de «candidato del 1%», aludiendo a esa porción minoritaria de la población del país que acumula el 80 por ciento de las riquezas. Realmente, no es justo que así se le diga a Romney, porque ese mote puede compartirlo con todos los otros aspirantes a sentarse en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Supuestamente, la «transparencia» de la democracia estadounidense debiera facilitar que la ciudadanía sepa quién o quiénes financian a su Presidente y a los aspirantes a serlo, por aquel refrán razonable que asevera «quien paga, manda». Pero esta práctica del secretismo y otras por el estilo, impiden a veces saber exactamente cómo y quién mueve los hilos del poder en un país donde la llamada democracia se corrompe una vez más en cada proceso electoral.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.