Diplomacy Refutes Decriminalization

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Diplomacia refuta la despenalización

Es muy probable que el gobierno del general Otto Pérez Molina ya haya tomado nota de la contraofensiva diplomática que Estados Unidos puso en marcha contra la propuesta de la despenalización de las drogas, una idea que avanzó mucho en el continente pero que tiene muy pocas posibilidades de llegar a un final feliz, cuando las autoridades estadounidenses han aprovechado cualquier foro hemisférico para descalificarla.

EDITORIAL

Desde un inicio, cuando el pasado mes de febrero el gobernante lanzó su propuesta, se puso en marcha una contundente respuesta de Washington para reducir a su mínima expresión los planteamientos de Pérez Molina. El desfile de autoridades estadounidenses al Istmo no se hizo esperar, una de las más relevantes fue la visita del vicepresidente Joseph Biden a una reunión con los mandatarios centroamericanos en Tegucigalpa, en la que se insistió en rebatir la idea, algo sobre lo que ya habían marcado distancia El Salvador y Honduras y luego se les unió Nicaragua.

Luego visitó nuestro país la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, para reforzar la oposición de Estados Unidos a cualquier concesión que pueda favorecer el trasiego de drogas, pero pese a ello el planteamiento llegó hasta Cartagena, con cierto aire de triunfalismo, en la cumbre de presidentes de América, aunque lo cierto es que fue en ese foro donde la máxima autoridad de Estados Unidos, Barak Obama, aprovechó para descalificar una vez más la iniciativa.

Sin embargo, la marcha de los acontecimientos todavía hace presagiar que aún podría haber mayor tensión para nuestro país, a juzgar por otros hechos de esta semana. El pasado martes Estados Unidos anunció su nueva estrategia contra el narcotráfico, y no solo llamó obsoleta la despenalización, sino que dio un giro en el enfoque contra las drogas al plantear que ahora el reto será combatir una enfermedad y rehabilitar a los pacientes con un innovador sistema de salud, sin olvidar la seguridad.

Inmediatamente, al día siguiente, el secretario de Asuntos Internacionales de Narcóticos del Departamento de Estado, William Brownfield, enfatizaba que Estados Unidos no reaccionará a conceptos como “despenalización, descriminalización o reducción de daños” de las drogas, sino a propuestas concretas y detalladas, pero la ofensiva se intensificaba a otras áreas y protagonistas, como lo demostró hace apenas dos días el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, al llamar al sector privado centroamericano a involucrarse más en la lucha contra el narcotráfico y pagar más impuestos.

La contraofensiva contra cualquier intento de despenalización parece agudizarse, y ante ese panorama resulta obvio que el gobernante guatemalteco debe refinar su idea y convertirla en una verdadera propuesta que pueda encontrar más adeptos, pero sobre todo que tenga la fortaleza de enfrentar los principales argumentos de Washington que en el concierto de naciones tiene indudablemente más adeptos a su causa. Si Pérez Molina quiere insistir en su planteamiento, ciertamente debe ser más convincente con quienes muestran dudas razonables ante la idea.

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