Many Struggles Are the Same Struggle

Edited by Lydia Dallett

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En estos años duros tras el asesinato de mi hermano en Irak a manos de los invasores estadounidenses que entraron a sangre y fuego en Bagdad, he tenido que reflexionar sobre muchos aspectos que circunscriben este doloroso hecho.

Mi manera de ver la vida y la manera de intentar mejorarla ha variado y se ha enriquecido. Me he dado cuenta de la cantidad de puntos medulares que sobre la ética, la moral, la historia o la actualidad de mi país y del mundo, se entrelazan cuando escarbas un poquito en los hechos.

En la lucha que iniciamos hace nueve largos años hemos tenido que tratar acerca de:

La defensa de la VIDA, no como hacen los fariseos que pretenden tener el control del cuerpo de la mujer y de su decisión sobre ser madre. Hablo de la defensa de la vida frente a los poderosos, de combatir el concepto, repetido por todólogos y propagandistas de la muerte, de la ley del más fuerte. Para ellos la vida se puede quitar mientras lo haga el amo. Si Israel bombardea Gaza y mata civiles, está bien, si EE.UU. entra ilegalmente en otro país para asesinar a Bin Laden, está bien, si una turba de mercenarios lincha a Gadaffi, está bien. Lo hacen sus amigos.

Yo combatiré esta concepción siempre. Hasta en la guerra existen las leyes. Leyes que han costado años de avances a la humanidad. Disposiciones que comenzaron por el impulso de Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja Internacional que, con la intención de proteger a los prisioneros y heridos en las guerras, promovió la Convención de Ginebra, base del Derecho Internacional Humanitario.

No es perfecto, está claro, y casi nadie lo cumple. Pero es el asidero legal que diferencia lo que es un asesinato, de una muerte acorde a combate dentro de la guerra. Es un texto legal firmado por 194 países que, en teoría, deberían defender a los que más sufren en la guerra: los civiles.

Solo hay que ver el salto del número y diferenciación de muertes que se da desde la I Guerra Mundial, cuando el 5% de los muertos eran civiles, a las guerras actuales, donde lo mejor que te puede pasar es ser militar, ya que frente al 3% de bajas militares se opone el horror del 97% de muertes de civiles (Datos de Gonzalo Jar, CICR).

La defensa de la LIBERTAD DE INFORMACIÓN, frente a los que nos engañan con la concentración de la propiedad de los medios, supuesta pluralidad para mínimos propietarios o a los que justifican la eliminación de periodistas como una accidente de guerra. Un corresponsal de guerra puede morir en un fuego cruzado, sería un accidente, pero no hay accidente laboral en ser asesinado para impedir que se desarrolle la labor de informar.

El 8 de abril de 2003 el ejército de EE.UU. acabó con la libertad de información en tres horas, cuando atacó TODAS las sedes de la prensa independiente en Bagdad. A partir de aquí, en Irak, han sido asesinados cerca de 400 periodistas, la mayor parte árabes. Cifras de exterminio que no han creado una excesiva alarma en los grandes medios de comunicación. (Datos del Brussells Tribunal).

La defensa de la MEMORIA, frente a los que quieren que olvidemos los crímenes. Con el olvido nuestros asesinados mueren dos veces. Si no se recuerdan, no podrán ser jamás la prueba de cargo contra los que matan. La desmemoria da paso al hurto a la acción de la justicia, a dar cuentas ante las familias o la sociedad. Es la horrible mancha de la impunidad. Donde los criminales, los que causan terribles afrentas, salen inmaculados.

Y estos inmaculados inmorales, son los mismos, los mismos que mandan a mi familia a llorar en la intimidad del hogar para dar paso al olvido, son los mismos que les dicen a los familiares de los más de cien mil compatriotas asesinados en las cunetas, que olviden. Que no los busquen. Que no remuevan. Los cómplices nos quieren ciegos.

La defensa de la SOBERANÍA NACIONAL, al comprobar cómo los integrantes de los dos grandes partidos que se alternan en este régimen de bipartido, se comportan como subalternos de una potencia extranjera. Siendo capaces de acudir a la Embajada de EE.UU. a rendir pleitesía y recibir instrucciones mientras al mismo tiempo se visten con la bandera del patriotismo rojigualda. Bandera teñida con colores que destiñen dando paso a las “Barras y Estrellas” en cuanto cae la fina lluvia de las investigaciones o la evidencia de la sumisión que fueron los cables desvelados por Wikileaks.

Curiosos patriotas que trabajan para otras patrias.

Al final, la vida está unida por finos hilos y un asesinato nos puede llevar tras la pista de un poder imperial que, con sus adláteres, amenazan la vida, constriñen la información, defienden la impunidad y venden su patria.

Hay muchas luchas que son la misma lucha.

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