Winter Wave: The Other “Inconvenient Truth”

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Olas invernales: la “otra verdad incómoda”

Por: Elespectador.com

En medio de la incertidumbre asociada con un sistema complejo, la ciencia ya está en capacidad de prever con exactitud cuál será la trayectoria del clima, y más importante, el papel que los humanos jugamos, a partir de la revolución industrial, en el devenir del funcionamiento del planeta. Para el exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore, las emisiones de gases de efecto invernadero son una “verdad incómoda”, porque son en gran parte resultado del modelo energético y la forma de vida de los ciudadanos de ese país. Pero hoy sus dirigentes, más que escuchar a la ciencia, están pendientes de las encuestas de opiniones dividas entre quienes creen o no en el papel de los humanos en el calentamiento global.

Entre nosotros pasa algo parecido con lo que algunos científicos llaman la “otra verdad incómoda”: el papel de los humanos en exacerbar, no ya sólo la amenaza climática, sino nuestra propia vulnerabilidad frente al cambio ambiental globalizado. El profesor Andrés Etter, de la Universidad Javeriana –notorio científico colombiano experto en ecosistemas–, hizo públicos, en una revista internacional del año pasado, sus hallazgos que demuestran que el 50% del territorio colombiano deja ver ya una severa o alta huella ecológica, como resultado histórico del desguace generalizado de los ecosistemas y el colapso de la biodiversidad.

Por eso hoy no puede hablarse de adaptación si, como lo sugiere el Panel Intergubernamental del Cambio Climático en su informe del pasado 29 de marzo, no se enfrenta de manera coherente la gestión del riesgo ante eventos climáticos extremos y desastres naturales, con la adaptación basada en los ecosistemas. En términos simples: la reconstrucción ecológica del territorio.

Ya tuvo que ser modificado el Plan de Desarrollo a causa de la ola invernal. Pero todavía se observan locomotoras descarriladas contrayendo más vulnerabilidad en sitios críticos el territorio. No hemos hecho conciencia, como sociedad, de que construir prosperidad en el trópico andino húmedo sólo podría lograrse si la adaptación, en el sentido que marca el mencionado panel de las Naciones Unidas, se convierte en una política de Estado. Porque en este tema estamos llenos de omisiones. El penúltimo informe de la Contraloría de la República al Congreso llama la atención sobre el hecho de que las obligaciones de los municipios en la conservación de las cuencas hidrográficas abastecedoras de acueductos, escasamente han sido cumplidas en un 16%, lo cual dio origen a una función de advertencia para el Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible. Tampoco es claro cómo va a ser la coordinación entre el Fondo de Adaptación, el Sistema Nacional Ambiental y el Sistema Nacional de Prevención y Atención de Desastres, en especial frente a la función preventiva del daño ambiental, que en muchos casos sería una función reparativa.

Pero en este punto nuestros dirigentes y tecnócratas parecen atrapados en ciclos electorales, que no escapan, como en los Estados Unidos, a estas dos ‘verdades incómodas’ del cambio climático.

No será esta, por eso, la última de las olas invernales, pero tampoco la que nos encuentra peor preparados, en nuestras mentes, instituciones y territorio. La ciencia ya habló, ¿por qué nadie parece estar escuchando?

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