Justo, por cierto, cuando entrábamos al TLC. Fue la misma época en que se publicó un texto de Vivianne Forrester, llamado El horror económico, bastante malo pero muy popular en México, a diferencia del de Rifkin, mucho más útil. Ya luego don Jeremy se comprometió con el hidrógeno, y sus más recientes libros no han alcanzado el nivel del que mencionábamos antes.
Pero más que platicar de aquel libro, quisiera comentar con usted hoy un documento de trabajo del McKinsey Global Institute, aparecido en marzo pasado, que trata del tema del trabajo en la nueva economía, y que creo que puede darnos mucha luz sobre lo que está ocurriendo. Los autores de este documento son James Manyika, Susan Lund, Byron Auguste y Sreenivas Ramaswamy, y puede usted leerlo en inglés en: http://www.mckinsey.com/Insights/MGI/Research/Labor_Markets/Future_of_work_in_advanced_economies.
Los autores se proponen explorar cinco tendencias que están afectando los niveles de empleo, más allá de la crisis (seguimos buscando nombre): el impacto de la tecnología, la brecha entre las habilidades que buscan las empresas y tienen las personas, las disparidades geográficas entre oferta y demanda de mano de obra, los crecientes grupos que no tienen acceso al trabajo, y la ampliación de la desigualdad en el ingreso. Y lo que encuentran es que el desequilibrio que hoy hay en los mercados laborales no se va a resolver con las medidas tradicionales.
Por ejemplo, encuentran que en Estados Unidos el empleo que ha crecido es el que se relaciona con interacciones humanas (cuidado personal, abogados, médicos, etcétera), mientras que el relacionado con transacciones está estancado, y el manufacturero se ha contraído. Pero no sólo hay un cambio en la orientación de los empleos, sino en su tipo. De acuerdo con el texto, “A través de la OCDE, los empleos parciales y temporales han crecido entre 1.5 y 2 veces más rápido que el empleo total desde 1990. De 2000 a 2010, el número de empleos temporales en Francia creció más de 66%, mientras que los empleos permanentes lo hicieron en 7%”.
Pero el cambio más importante tiene que ver con las competencias de los trabajadores, en buena medida asociadas al nivel educativo (que no necesariamente es lo mismo, pero es lo que los empleadores usan como referencia). Dice McKinsey, “En la década pasada, la tasa de desempleo para trabajadores con menos de educación secundaria creció siete puntos en España, tres en Reino Unido y dos en Canadá y Alemania. En ese mismo periodo, la tasa de desempleo para personas con educación superior cayó dos puntos en España y Alemania y se mantuvo estable en Canadá y Reino Unido.” En Estados Unidos, como comentábamos la semana pasada, la tasa de desempleo para quienes no terminaron su preparatoria (educación secundaria) se duplicó, llegando a más de 15%, mientras que la tasa de desempleo para personas con universidad nunca superó el 5%. En Francia las cifras son similares: 13.5% para los primeros, 5.6% para los segundos.
La composición del empleo es ahora muy diferente. En 2000, 22% de los trabajadores en la OCDE tenían título universitario (o equivalente), en 2010 eran ya 32%. A cambio, quienes no tenían educación secundaria pasaron de 36% a 24%.
Sin embargo, las empresas se quejan de no encontrar personal con las habilidades necesarias. “En 2011, 26% de los empleadores en Europa reportaron dificultades para ocupar vacantes por falta de talento, en particular técnicos e ingenieros, y 80% de empresas japonesas reportaron el mismo problema. En otra encuesta, 66% de los directivos europeos dijeron que el reto fundamental de los próximos tres años es la oferta limitada de candidatos con las habilidades necesarias”. “En 2011, mientras la tasa de desempleo en Estados Unidos superaba 9%, una encuesta mostró que 30% de las empresas tenían vacantes abiertas por más de seis meses que no podían llenar”.
Termino las referencias al documento, que puede usted leer en internet, con la siguiente cita, que me parece de la mayor importancia para los jóvenes: “Para 2020, nuestra investigación estima que en Estados Unidos habrá un faltante de 1.5 millones de trabajadores con universidad o posgrado, mientras que habrá un sobrante de seis millones de personas con estudios no terminados de preparatoria. Este problema es evidente en otras economías avanzadas. Proyectamos que en Francia faltarán 2.2 millones de trabajadores con educación superior, mientras que habrá 2.3 millones sin esta educación que no encontrarán empleo”.
Las cifras son claras. La economía actual requiere personas con calificaciones, a un grado tal que hay faltantes esperados en las economías avanzadas. Por otra parte, el tipo de empleos que está creciendo es el relacionado con las interacciones humanas. En pocas palabras, esto significa que si alguien espera tener empleo en el futuro debe estudiar, sobre todo en estas áreas. Hoy mismo, un (a) joven mexicano (a) que hable bien inglés y sea ingeniero, técnico calificado, médico o enfermero, tiene asegurado un empleo en Estados Unidos, con ingresos muy razonables (de 50 mil dólares anuales para arriba).
Es claro que cada quien puede estudiar lo que guste, o de plano no hacerlo, pero debe considerar que no tendrá una vida fácil. En los datos más recientes que hay de la ANUIES (2008-2009), tenemos 2.2 millones de jóvenes en las universidades. Poco más de la mitad de ellos estudia carreras en las áreas de Ciencias Sociales y Administración o Educación y Humanidades. Un tercio estudia ingenierías. Uno de cada 10 estudia en el área de Ciencias de la Salud, y 2% están en Ciencias Exactas, lo mismo que en Ciencias Agropecuarias. Si consideramos sólo las instituciones privadas, 70% estudia Ciencias Sociales, Administración, Educación o Humanidades.
Esto es resultado, como lo hemos dicho en muchas ocasiones, de un sistema educativo creado para adoctrinar y no para instruir. El dedicar 25% del tiempo de los niños en educación básica a estudiar Ciencias Sociales no puede sino llevar a la mitad de ellos a carreras que no tienen espacio en la economía. Me dicen que es porque lo que construye el sistema educativo es un “pensamiento crítico”. Falso. El pensamiento crítico empezaría por darse cuenta de la realidad. Una tragedia.
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