Un día son los hombres a los que emulan guardas de seguridad, escoltas y hasta porteros de discoteca de todo el mundo, con sus miradas de tipos duros con gafas oscuras y sus aparatos de escucha camuflados en la oreja. Y al día siguiente, la profesionalidad de los agentes del servicio secreto de la Casa Blanca queda en duda por un escándalo destapado después de que una prostituta exigiera el pago por el trabajo realizado, que se le intentó escatimar. Hasta el momento han dimitido seis agentes y uno ha sido despedido. Este último amenaza con demandar al organismo de seguridad. El caso implica a más de 10 hombres del servicio secreto y a la misma cantidad de personal militar perteneciente a la Armada, la Marina, las fuerzas especiales y los marines.
Quizá gracias a que la prostitución es legal en Colombia, lo que sucedió durante la semana pasada en los días previos a la llegada de Barack Obama a Cartagena de Indias para participar en la Cumbre de las Américas sea hoy de dominio público y haya provocado investigaciones en el Congreso y en el servicio secreto y el Pentágono sobre el comportamiento de un grupo de hombres al servicio de la seguridad del presidente. Quizá también el escándalo de Colombia no haya hecho más que sacar a la superficie el lema que dicen que tiene el servicio secreto cuando inician una misión en el extranjero: Wheels up, rings off (Despegamos, anillos de casado fuera).
El escándalo ha ido creciendo según pasaban los días, ya que ha ido más allá de un más que reprobable comportamiento de los hombres que juran proteger con su vida la del presidente para poner en duda si la seguridad de éste estuvo garantizada. “Podría haber sido desastroso”, ha declarado esta semana en el Capitolio Peter King, presidente del Comité de Seguridad Interior de la Cámara de Representantes. “Si esas mujeres hubieran estado trabajando para una organización terrorista o cualquier otro grupo antiestadounidense hubieran tenido acceso a información muy sensible sobre el presidente mientras estaban en la habitación con los agentes”, estableció King.
El testimonio al diario The New York Times de una de las mujeres que supuestamente pasó la noche con uno de los agentes despeja cualquier duda de terrorismo. “Le dije: ‘Quiero mi dinero, baby”, asegura la madre soltera de 24 años que, según ella, pactó tener relaciones sexuales con un miembro del servicio secreto a cambio de 800 dólares. Según esta colombiana, que no aporta su nombre al rotativo neoyorquino y asegura vivir con miedo a posibles represalias, su acompañante y al menos otro hombre —aunque el grupo era más nutrido— bebieron sin moderación vodka de 100 dólares la botella en el club de alterne Tu Candela. De ahí decidieron marcharse al hotel Caribe, donde se hospedaba la comitiva que precede al presidente, que en este caso se componía de unas 200 personas. De camino al hotel, la pareja —con la que la mujer se comunicaba mal por la barrera del idioma— pidió al taxista que parara para comprar condones. Fue cuando ella le dijo al hombre de Obama que a cambio de lo que iba a suceder quería un regalo y fijó el precio en 800 dólares.
Cuando a las 6.30 de la madrugada la recepción del hotel llamó por teléfono a la habitación para cumplir con la norma que establece que a esa hora todas las prostitutas deben abandonar los cuartos, el cliente se negó a pagar y pretendió acallar las protestas de la mujer con 50.000 pesos de moneda local, unos 30 dólares. La mujer protestó y fue echada a la fuerza y con insultos de la habitación. El altercado creció y debido a la legalidad de la prostitución, la mujer buscó la protección de la policía local. Acababa de quedar expuesto a la luz el caso que se ha convertido en una crisis de seguridad en EE UU, que ha provocado que se abran investigaciones políticas y que dos equipos de investigadores se hayan desplazado esta semana a Colombia, con un coronel al frente del enviado por el Pentágono.
El jefe del Estado Mayor conjunto, el general Martin Dempsey, ha reconocido: “Hemos fallado al jefe”. Por su parte, el jefe ya ha anunciado que se va a “enfadar mucho” si se demuestra que todo es cierto. La guardia pretoriana del presidente es mucho más que un simple servicio de escoltas. Los agentes que son la sombra de Obama —en general son hombres— integran un cuerpo de élite privilegiado que tiene acceso a los detalles más íntimos de la Casa Blanca, desde a qué hora Obama se estará lavando los dientes hasta en qué puesto estarán los francotiradores apostados. A todo eso se pudo tener acceso con agentes borrachos de vodka en las madrugadas de salsa en el club Tu Candela.
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