Se hizo patente la imposibilidad de discutir los temas que verdaderamente nos interesan
América se acerca ya a los mil millones de habitantes, con 200 millones de pobres. Desde el Asia o Europa parecería un bloque monolítico con un liderazgo tecnológico e industrial de la primera economía del mundo; países en proceso de industrialización como Brasil y México; una masa importante de naciones de habla hispana continentales, con estabilidad monetaria y financiera; y una multitud de islas con niveles de ingreso sorprendentes.
Nada más lejano de la realidad que lo que presenciamos en la VI Cumbre de las Américas la semana pasada. Colombia se lució con una extraordinaria invitación social llena de colorido, turismo y una demostración de seguridad que le valió al presidente Santos la carátula de la revista Time. El resto, una manifestación de controversias y desarmonías de los países en grupos ideológicos y de interés, francamente antagónicos e incapaces de aunar esfuerzos.
El recuento de resultados: 47 mandatos, sin propuestas concretas en temas de pobreza, desigualdad, información, educación, salud, acceso a tecnologías, desastres naturales y la integración de infraestructura. Se hizo patente la imposibilidad de discutir los temas que verdaderamente nos interesan, mientras todos se ponían de acuerdo en “explorar nuevos enfoques para fortalecer la lucha y ser más efectivos”, un saludo a la bandera.
En el aire circulaba el tema común de la despenalización de las drogas. Una idea puesta en marcha por ejemplo en Holanda, en donde el drogadicto es un enfermo como el adicto a la nicotina o al alcohol, un simple problema de salud pública. Se trata al enfermo, inclusive, con la administración terapéutica de drogas, hasta ahora ilícitas, siempre y cuando se someta a un proceso de desintoxicación gradual y de rehabilitación. El resultado, si fuera un propósito continental: la desaparición virtual de “el negocio” infinito y destructivo del narcotráfico y la incorporación de la producción y transformación a la economía formal. El corolario, un encuentro entre visiones calvinistas, tradicionales y guerreristas, imposible de ser convertido en un tema válido para una próxima discusión. El tema de la inclusión de Cuba corrió la misma suerte y cierra el espacio para la VII Cumbre el año entrante.
El más golpeado, el presidente Obama, con un caso importante de corrupción de su seguridad que lo afectó en su campaña; la tarea de liderar una discusión interna sobre despenalización, sin resultado previsible, el problema de la seguridad mexicana y centroamericana amenazado por el mercado norteamericano de armas y droga; y naturalmente, el tema eterno de Cuba que ahora se generalizó a todo el continente, y el de las Malvinas, que lo coloca en una posición incómoda que afecta aún más su tan buscado liderazgo continental. Para generar un resultado positivo, fue necesario destrabar el TLC con Colombia.
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