A Case of Stolen Lands and Much More

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Hizo un viaje de inspección de 12 días y comprobó lo sabido, pero casi siempre ocultado, la histórica injusticia en que se mantiene a los pueblos nativos de Estados Unidos, 5,2 millones de personas tratados de manera tal que constituyen una de las poblaciones más pobres y marginadas de ese país emporio.

James Anaya, reportero especial de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, advirtió sobre la necesidad de que les sean devueltas sus tierras, luego de la primera pesquisa que la ONU realiza acerca del trato que reciben las comunidades primigenias en EE.UU., donde el desempleo asciende en la mayoría de estas al 70 por ciento, y presentan también estadísticas desproporcionadas respecto a las del país, en educación y en salud, según lo citaba el diario británico The Guardian.

No se limitó el funcionario a visitar las reservas indígenas, lo hizo además a quienes viven en las ciudades, y encontró lo mismo en el enorme territorio continental, que en el apéndice de Alaska y en el paradisiaco Hawai: una historia de desposesión de sus tierras y recursos, la ruptura de sus sociedades, la absoluta brutalidad basada en la discriminación racial y toda clase de enfermedades sociales asociadas a ese estatus de rechazo, arrinconamiento y postergación.

Anaya habló también de la discriminación en el sentido de la invisibilidad de los nativos, cuando los medios establecen y figuras públicas envían como idea preconcebida a los estadounidenses que «los pueblos indígenas o han desaparecido o como grupo son insignificantes o están fuera de obtener beneficios en términos de asistencia, o sus comunidades y culturas están reducidas a los casinos de juego, lo que es absolutamente erróneo».

Por eso, me pareció interesante y a la vez más que preocupante que entre los comentarios de los lectores del reportaje estuviera algún que otro como este de un tal Albert: «Realmente es tiempo de patear fuera a ONU, ella se ha convertido en una organización anti American irónicamente financiada por muchos años por América». Ya saben que esa «América» es la autodesignación de Estados Unidos y su destino manifiesto, que uno de sus prohombres describió tan categóricamente como «América para los americanos».

¿Y quiénes son esos americanos? Pues los «civilizados europeos» que despojaron a las naciones Navajo, Shinnecock, Haudenosaunee (conocidos como las Seis Naciones), a las tribus Hopi, Tohono O’odham, Apache, a los pueblos Yaqui, Yavapi, Quechan y Hualapai, por citar solo algunos de los grupos nativos diezmados en una conquista brutal de territorios. Son esos «americanos» los holandeses que «pagaron» el equivalente a 24 dólares por Manhattan y luego fueron desalojados por los ingleses, los que ejecutaron en 1637 la masacre de Pequot para apoderarse de las tierras de Connecticut, los descendientes de anglosajones que robaron a México buena parte de su territorio.

Los que también corrieron un velo a la historia de esos pueblos antes del llamado «descubrimiento», les obligaron a hablar otro idioma y olvidar sus propias palabras, enterraron su cultura o la adulteraron, y los vilipendiaron y denigraron en filmes de Hollywood o en libros de seudohistoria.

Son también quienes llevaron a los esclavos negros desde África para someter a sus descendientes aun hoy en día a la discriminación, los que lanzaron las bombas atómicas sobre Japón y cometieron genocidio en Vietnam y ahora son el ejército de una perpetua guerra de agresión contra numerosos pueblos.

Sí, es el robo de tierras y mucho más…

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