Blue Not a Sad Color for Economists

Edited by Katya Abazajian

<--

El color azul no le sienta mal a los economistas

La estadística se difundió el 29 de marzo y provocó conmoción en la comunidad médica internacional: según el Centro para el Control y Prevención de Enfermedadaes (CDC) de los EE.UU, uno de cada 88 chicos en ese país padece algún trastorno del espectro autista. La cifra implica un 78% de aumento desde el 2000 y se conoció 48 horas antes del Día Internacional de Concientización sobre el Autismo, una jornada en la cual, de manera simbólica, se iluminaron de azul -el color que identifica al trastorno neurobiológico que afecta las capacidades de comunicación y de relacionamiento de las personas- los monumentos públicos de las principales ciudades del mundo.

Un 50% de la suba de casos puede explicarse, según el CDC, por mejores técnicas de detección temprana de los síntomas, pero la mitad del fenómeno es un enigma que está siendo abordado desde distintas disciplinas. Entre ellas, la economía.

Son dos las estrellas académicas de este campo que se interesaron por el tema. Uno es Tyler Cowen, el bloguero de Marginal Revolution, profesor de George Mason y autor de “El gran estancamiento”, el libro más vendido de economía en 2011. El otro es Vernon Smith, Nobel de Economía en 2002 y uno de los popes de la economía experimental.

Años atrás, Kathleen Fasanella, una lectora de Marginal Revolution diagnosticada con síndrome de Asperger (una variedad de alta funcionalidad en el espectro) le preguntó a Cowen si no había considerado que varios aspectos de su personalidad podían deberse a un autismo moderado. Cowen “escanea” con su cerebro hasta cinco libros por día, y sus hábitos altamente metódicos le permiten ser muy prolífico en la academia y a la vez alimentar el blog más consultado sobre restoranes étnicos de la costa este de EE.UU. Cuando Clarín lo contactó el año pasado para una entrevista, mencionó al instante una docena de películas y libros argentinos. “Sus ayudantes en la universidad van a la biblioteca con carretilla, y cuando le hablás, sigue mirando su monitor y escribiendo”, cuenta el economista argentino Miguel Braun.

La pregunta de Fasanella cautivó a Cowen, quien escribió luego “La era de los ‘infóvoros’: ¿Pueden los autistas sacar ventaja en la era de la información?”. En un mundo con información infinita, dice Cowen, habilidades de foco, memoria y categorización pueden ser muy últiles. Algo similar opina el Nobel Smith, a quien su síndrome de Asperger lo ayudó a “aislarse de las presiones sociales y a tener la mente más abierta con los estudios académicos”.

Tanto Cowen como Smith se cuidan de aclarar que las referencias son para casos “moderados” de autismo (Cowen cree que “hay muchos más casos de autismo en la educación superior de lo que generalmente admitimos”). Pero no para los más graves: allí hablar de “ventajas” puede resultar hasta ofensivo para los movimientos que luchan por mayores derechos y beneficios para este tipo de discapacidad.

About this publication