First Kidnapped, Now Imprisoned

Edited by Casey J. Skeens

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Tras secuestro, ahora apresada

Estados Unidos decidió no repatriar a la niña guatemalteca Anyeli Hernández, secuestrada hace cinco años por una banda que la arrebató de sus padres, la mantuvo en cautiverio y de hecho la vendió a una pareja estadounidense residente en Misuri, donde actualmente se encuentra. Ahora ese país deberá analizar y comprender las razones de las consecuencias negativas de tal decisión, tanto dentro de Guatemala como del resto de países donde florece el robo de infantes para convertirlos en mercancías que se venden al mejor postor.

Las adopciones ilegales en Guatemala llegaron a ser casi una industria. Por ello las autoridades guatemaltecas y estadounidenses decidieron actuar de manera conjunta para evitarlas. Desde que fue tomada esa decisión, el número de casos declinó notablemente, como era de esperarse, y también ha habido comentarios acerca de qué es mejor para los niños, no para los sistemas legales, pues el futuro de ellos fuera de Guatemala, al menos en teoría, es mejor porque les otorga más oportunidades de mejorar su calidad de vida.

Pero las adopciones no pueden ser el producto de un secuestro, del arrebato de los brazos de la madre de un infante de poca edad. Anyeli tiene una madre, el caso ha sido aclarado por la intervención de las autoridades policiales, hay gente en prisión acusada del secuestro, y sin embargo ahora resulta que criterios burocráticos impiden el regreso a la casa de su familia en Guatemala.

La posición estadounidense acerca de que no se puede extraditar debido a que la convención de La Haya aún no estaba vigente cuando ocurrió el caso, hace seis años, tiene muy poco asidero de defensa adicional al de la aplicación de un criterio que no toma en cuenta a las víctimas directas del secuestro, que son la madre natural y la niña. Los padres adoptivos resultan beneficiados con la decisión, y en efecto también son víctimas de todo lo ocurrido, porque no hay razones, hasta ahora, para dudar de la buena fe con que actuaron y de lo positivo que haya sido para Anyeli vivir en el hogar estadounidense donde se encuentra.

De hecho, la niña tiene a Estados Unidos como una tácita prisión. El caso es contrario al de los niños nacidos en ese país, hijos de guatemaltecos ilegales que luego fueron expulsados y se encuentran en Guatemala, a pesar de tener ciudadanía y pasaporte estadounidenses. Son temas que tienen un factor humano imposible de soslayar y de disminuir en su importancia.

En el caso de Anyeli, el derecho fundamental lo tiene la madre, a quien la niña le fue arrebatada. Ciertamente es difícil decidir qué es lo más conveniente para la menor, pues no conoce a sus padres y familiares naturales, no habla español y su ambiente es estadounidense. Pero no solucionar este caso sobre las bases correctas, que no son exclusivamente legales, en la práctica constituye una especie de premio, un aliciente a quienes deseen ganar dinero de esa manera: una vez llegue un niño robado a Estados Unidos, es casi imposible regresarlo a donde pertenece.

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