Uphill Struggle

<--

Después de una accidentada campaña para obtener la nominación de su partido como candidato a la presidencia de Estados Unidos, Mitt Romney logró reunir los votos necesarios para que la convención republicana, a realizarse en agosto en Florida, lo declare formalmente su candidato. Romney tratará de impedir la relección de Barack Obama y de esa forma consumar la promesa que el liderazgo republicano hizo en tal sentido. Para lograr su propósito los republicanos han echado mano de todos los recursos a su alcance, algunos de ellos en el borde de la legalidad, excediéndose frecuentemente en los medios para lograr su meta.

Tal vez el recurso más controvertido ha sido su tesón en obstaculizar las medidas encaminadas a salir con mayor celeridad de la crisis económica que Obama heredó de su antecesor. Entre las víctimas de ese propósito están millones de trabajadores que perdieron su empleo tras la crisis. Esta situación ha sido aprovechada por Romney para criticar al presidente por su incapacidad para resolver los problemas económicos del país, entre ellos el desempleo. Lo que no ha dicho es que son sus propios compañeros de partido en el Congreso quienes han impedido la recuperación económica, votando una y otra vez en contra de programas diseñados por la administración de Obama para superarla. La lectura que hace 50 por ciento de la población es que el único responsable del desempleo es el presidente. Según las más recientes encuestas de opinión hay un empate virtual entre él y su contrincante republicano sobre quién es el más capacitado para resolver los problemas económicos de ese país.

Aún faltan cinco meses para que las elecciones y pudieran pasar muchas cosas. Lo único que por ahora se puede asegurar es que la campaña será no sólo larga, sino que muy probablemente plagada de ataques, muchos de ellos sin base alguna. Un ejemplo es el acto recientemente organizado por Donald Trump, en el que se reunieron 2 millones de dólares para la campaña de Romney; por enésima vez el organizador puso en duda la nacionalidad del presidente y exigió que Obama comprobara su calidad de ciudadano estadunidense presentando su acta de nacimiento. Además de escabrosa, la campaña se vislumbra como la más cara en la historia estadunidense. El diario Washington Post informó que en tan sólo nueve estados, los comités de apoyo a los candidatos gastaron 87 millones en anuncios de televisión, una suma sin precedente en los procesos electorales.

A partir de ahora Obama deberá actuar decisivamente para contrarrestar la embestida que el Partido Republicano ha emprendido desde todos los frentes. Uno de ellos, convencer al electorado independiente, quien al parecer será una vez más el que decida la elección, que su gobierno no es el directamente responsable de la lenta recuperación económica, y de algo, tal vez más difícil, que no ha podido cumplir sus promesas de campaña debido al obstruccionismo del liderazgo republicano.

About this publication