Faltan sólo unas 23 semanas y y las dudas continúan. Incluso en Ohio, un estado vacilante a la hora de votar, Obama y el republicano Romney andan codo con codo (la ventaja del presidente es de 1,8 puntos, es decir nada). Por eso los dos contrincantes se patean este jueves diversas partes de Ohio, el estado es clave en momentos en que Obama tiene un 47,9% de aprobación nacional y un 48,1% de desaprobación. Cifras delicadas en fechas tan cercanas a la elección.
Nadie descarta ya de un plumazo que el mormón Romney pueda ser el próximo presidente de la nación más poderosa de la tierra. Esto pide un comentario. Romney ha logrado la nominación republicana por la debilidad de sus adversarios y podría derrotar a Obama por su reputación de buen gestor cuando la economía del país no acaba de despegar con las medidas de Obama. En su contra tiene su escaso carisma, ser persona que no conecta bien con la gente de la calle y su reputación de haberse cambiado de chaqueta vertiginosa y frecuentemente a lo largo de los años.
Romney creció a la sombra de su padre, un político de principios, admirado en diversos medios, que truncó su carrera política de altos vuelos cuando declaró que en la guerra de Vietnam los generales le habían lavado el cerebro sobre las posibilidades de éxito. Criticar a los militares de forma tan drástica era tabú en la época, pero Romney ni no se retractó.
Su retoño, el actual candidato ha aprendido la lección, ha deducido que hay que ser flexible, acomodaticio y abandonar una postura política sí es conveniente. El ejemplo más palmario de esta mutación es la reforma sanitaria. Romney, en su época de gobernador de Massachussetts hizo aprobar una reforma que ampliaba el número de los que tenían cobertura en su estado, es decir, fue pionero de la ley más importante aprobada por Obama para todo el país y que en estos momentos tiene más detractores que partidarios. Romney no ha vacilado en admitir que está en contra de la Ley Obama.
Los casos se repiten, como un sector importante de los mormones, el actual candidato se pronunció airadamente en el pasado contra la posibilidad de que una mujer de su religión a la que un médico había recomendado que abortase pudiese hacerlo. Luego, ha rebobinado un tanto. Ha tenido, por otra parte, una política zigzagueante en materia de impuestos, en estos momentos formula propuestas que harían palidecer los cortes que a las clases pudientes hizo el último Bush y como algunos políticos tiene un instinto MUY acusado de magnificar sus éxitos y silenciar sus fracasos. Su relato de su época al frente de Massachusetts es claramente ditirámbico, alardea por ejemplo de haber aumentado notablemente el empleo cuando en realidad sólo creó 40.000 puestos de trabajo en cuatro años, un escuálido 1% de la fuerza laboral. Ha sido un exitoso hombre de negocios. Su fortuna se calcula en 250 millones de dólares pero sus detractores, entre otros su rival Gingritch, sostienen que ha sido a base de destruir empleo y dejar a gente en la calle. Un documental pagado por la oficina de Gingritch comenzaba diciendo : “Esta es una historia de codicia y avaricia…”
El aspirante es persona inteligente, evidentemente preparada, articulado en sus intervenciones, en las que hay que abstraerse de posiciones de su pasado, aunque no entusiasmante. Ha viajado más que otros aspirantes a la Casa Blanca. Como mormón hizo su período de jovencito como misionero en Francia, precisamente en el año 68, sufrió allí un accidente de automóvil en que la policía francesa lo declaró muerto y confiesa que paso más tiempo en su puerta a puerta defendiendo la política de Nixon que propagando su fe. Como muestra de su carácter decidido, que no duda en tomar las medidas adecuadas, declaró hace días que le gusta “tener la capacidad de despedir a gente” . Veremos cual de los dos lados de esta frase aprecia el votante estadounidense
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