En las últimas semanas, Estados Unidos ha recrudecido las sanciones a empresas que vulneren el bloqueo económico a Cuba, llegando a imponer la mayor multa de que se tenga noticias por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) para sancionar al banco holandés ING por 619 millones de dólares.
La OFAC es un aparato dedicado a perseguir, en lo fundamental, cualquier transacción financiera o actividad comercial cubana en todo el mundo. Así se gasta el dinero de los contribuyentes norteamericanos en implementar un bloqueo que termina no sólo dañando a Cuba sino a la propia economía estadounidense, limitando el acceso a un mercado cercano que generaría empleos e ingresos en tiempos de crisis como los actuales.
Pero no sólo por eso la agresión a Cuba es un mal negocio. Estados Unidos ha dedicado desde 1959, sin resultados, miles de millones de dólares a crear una “oposición” en el interior de la Isla con el objetivo de derrocar la Revolución. Funcionando con una lógica que creen universal, porque es la suya, los gobiernos norteamericanos creen que con dinero pueden comprarlo todo, incluyendo al pueblo de un país vecino; aunque con ello sólo han conseguido ganarse el apoyo de una minoría antipatriótica y muchas veces delincuencial.
Quizás estemos ante el peor negocio de la historia: una inversión reiterada a través del tiempo que no da los frutos esperados pero sigue realizándose. Quienes tantas lecciones de economía quieren dar a Cuba deberían reflexionar sobre esto, porque desde el descalabro de Bahía de Cochinos hasta el circo del llamado “Festival clic” lo único que EE.UU. ha logrado en la Isla es engordar parásitos a costa de los ciudadanos norteamericanos.
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