Yesterday, the U.S. Supreme Court decided that police have the right to ask for immigration papers from anyone breaking any law or regulation. Any infraction can be an excuse for demanding the documentation. As most immigrants in Arizona are Mexican, the police will tend to intimidate with greater frequency people who look Hispanic, whether or not they are undocumented immigrants. The new law means that, with all likelihood, the tensions between Mexicans and Anglos will increase.
What can be done about this, from Mexico? Of course, the Mexican government will have to observe how things develop and promote trials, complaints and media campaigns as a means of putting on pressure. But the general public will also have to think about and discuss the current situation of U.S. democracy in order to support the progressive forces of that country as much as possible.
Every democracy depends on a minimum level of well-being for its citizens, and, above all, that social inequality is not so abysmal as to inevitably lead to plutocracy. During much of its history, the United States was a country with a strong middle class. Today, that is not the case. Its levels of inequality have consistently increased since 1980, and its fiscal policy favors the speculators above the salaried, especially since the reforms introduced during the Bush presidency. Only through this can you explain how Mitt Romney, whose father was the owner of American Motors, paid a tax rate of barely 15 percent on his property last year, while most wage-workers paid around 25 percent.
The Nobel Prize in Economic Sciences winner, Joseph Stiglitz, recently wrote that the United States is quickly ceasing to be the land of opportunity. More frequently, opportunities are being inherited. The system rewards financial speculation over work: On average, engineers, inventors, designers, technologists, doctors, creators and scientists only earn a fraction of what any finance brat makes, even when their contribution to the economy has been to drown some company or destroy a pension fund.
On a political level, this increase in inequality is creating a system that resembles a plutocracy. The right has a majority in the Supreme Court and that has led to reforms in electoral laws that now allow corporations to operate in the electoral arena as if they were individuals. That offers enormous advantages to the candidates that have corporate backing, as was seen during the recent Republican primary, where the winning candidate, though more sane and presentable than his adversaries, was also much less popular.
Finally, one has to understand that there is a link between the foreign abuses of human rights and the internal processes of social exclusion. The legalization of torture in Guantanamo was, in that sense, a great defeat for all of the U.S. population, given that the support for that type of extreme measure helped justify the loss of legal entitlements, the toughening of criminalization, and multiplication of prisons and of detention centers for immigrants. To all of this you have to add today's decision, giving the Arizona police force a new instrument to oppress the Hispanic-looking population, whether or not they are legal citizens.
Traditionally, the way of hiding similar measures is to place citizens of Latino background in the police force so they themselves have to do the dirty work of discrimination. But those tactics only work for a limited period of time. Soon there will appear statistics discussing the increasing exclusion of Latinos in Arizona.
The severity against immigrants — including the symbolic toughness communicated through such gestures as the fence along the border — legitimizes a cruel prison policy in the U.S. interior, benefitting, once again, the poorly-named "security" industry. California spends practically double on prisons than on higher education. And a few days ago, when the representatives from urban areas of New York state wanted to pass a bill that would decrease the penalties for marijuana possession, the representatives from the rich suburban areas blocked the bill.
To summarize: the U.S. democracy is going through a delicate period. It would be useful for the democratic process in the country to be strengthened and in that way support the immigrant and Latino residents. It would also be useful because the anti-drug policies and gun markets in the U.S. are hostage to the interests of the plutocracy.
What to do from Mexico? First, publicly discuss the erosion of the U.S. democracy, with strict adherence to facts — without exaggerations or lies, which end up being counterproductive. Second, a Ghandian strategy could be explored, and preferably with a Latino touch: that is to say, a peaceful but consistent protest, using a sense of humor and the ridiculousness as a weapon. In any case, it is crucial that there is a reaction from the public to the likes of the recent Arizona laws.
Ayer la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos decidió que la policía de Arizona sí tiene derecho de pedir papeles migratorios a cualquier infractor de cualquier ley o reglamento. Cualquier infracción puede ser pretexto para exigir ver papeles. Como en Arizona los migrantes son en su mayoría de México, la policía tenderá a intimidar con mayor regularidad a gente de aspecto hispano, sean o no migrantes indocumentados. La nueva ley significa que, con toda probabilidad, se van a endurecer las tensiones entre mexicano y anglo.
¿Qué se puede hacer, desde México, ante esto? Desde luego, el gobierno mexicano deberá observar lo que vaya ocurriendo y promover juicios, quejas y campañas de medios como medidas de presión. Pero el público general tendrá también que pensar y discutir la situación actual de la democracia estadunidense, para apoyar lo mejor que se pueda a las fuerzas progresistas de ese país.
La democracia estadunidense, hoy, no goza de muy buena salud.
Toda democracia depende de que haya un piso de bienestar mínimo, y, sobre todo, de que la desigualdad social no sea tan abismal que lleve de manera inevitable a la plutocracia. Durante gran parte de su historia, Estados Unidos fue un país con un fuerte predominio de la clase media. Hoy, ya no lo es tanto. Sus niveles de desigualdad han aumentado consistentemente desde 1980, y su política fiscal favorece al especulador por encima del asalariado, sobre todo a partir de las reformas introducidas durante presidencia de Bush. Sólo así se explica que Mitt Romney, cuyo padre fue dueño de American Motors, pagara una tasa de apenas 15 por ciento de impuestos sobre su renta el año pasado, en tanto que cualquier asalariado pagó alrededor de 25 por ciento.
El Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió hace poco que Estados Unidos está rápidamente dejando de ser la tierra de la oportunidad. Cada vez más, las oportunidades se heredan. El sistema premia la especulación financiera por encima del trabajo: en promedio, los ingenieros, inventores, diseñadores, tecnólogos, médicos, creadores o científicos ganan apenas una fracción de lo que recibe casi cualquier mocoso del sector financiero, aunque su contribución a la economía haya sido hundir alguna compañía o desfalcar algún fondo de pensionistas.
A nivel político, este aumento de la desigualdad está creando un sistema que se aproxima a la plutocracia. La derecha tiene mayoría en la Suprema Corte de Justicia, y eso ha conllevado reformas a las leyes electorales que ahora permiten que las corporaciones operen en el plano electoral como si fueran individuos. Eso da enormes ventajas a los candidatos que gozan de apoyos corporativos, como se vio en la reciente elección primaria republicana, donde triunfó un candidato que, aunque más cuerdo y presentable que sus adversarios, era también mucho menos popular.
Por último, hay que entender que existe una relación entre los abusos de los derechos humanos de extranjeros y los procesos de exclusión social internos. La legalización de la tortura en Guantánamo fue, en ese sentido, una gran derrota para toda la población estadunidense, pues el apoyo a esa clase de medida extrema ayudó a justificar la pérdida de garantías, el endurecimiento de la criminalización y la multiplicación de cárceles, y de centros de detención de migrantes. A todo esto hay que agregar lo de hoy, que es que la policía de Arizona tiene un nuevo instrumento para oprimir a la población de aspecto latino, sean ciudadanos o no.
Tradicionalmente, el modo de ocultar hechos como éste es poniendo a ciudadanos de extracción latina en puestos de policía, para que sean ellos mismos los que hagan el trabajo sucio de la discriminación. Pero tácticas de ese tipo sólo funcionan por tiempo limitado. Ya aparecerán las estadísticas que hablen de la exclusión creciente de los latinos en Arizona.
La dureza contra los migrantes –incluida la dureza simbólica, como la que comunica el muro en la frontera– legitima una ruda política carcelaria al interior del país, beneficiando, otra vez, a la mal-llamada industria de la seguridad. California gasta prácticamente el doble en cárceles que en educación superior. Y hace unos días, cuando los diputados de zonas urbanas del estado de Nueva York quisieron pasar una ley suavizando penas por posesión de mariguana, los diputados de zonas suburbanas y ricas bloquearon la ley.
En resumen: la democracia estadunidense está pasando un trance delicado. Interesa que se fortalezca el proceso democrático en ese país, para así apoyar a los migrantes y a la población latina residente. Interesa, también, porque la política anti-drogas y de venta de armas de Estados Unidos es, hoy, presa de los intereses de la plutocracia.
¿Qué hacer desde México? En primer lugar, discutir públicamente la erosión de la democracia estadunidense, con apego estricto a la verdad –sin exageraciones ni mentiras, que luego son contraproducentes. Segundo, se podría explorar una estrategia gandhiana, y de preferencia con un toque latino: es decir, de protesta pacífica pero consistente, y con uso del sentido del humor y del ridículo como arma. Como sea, importa que haya una reacción de la opinión pública ante leyes como la de Arizona.
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The U.S. must decide what type of foreign policy it wants to pursue: one based on the humanism of Abraham Lincoln or one based on the arrogance of those who want it to be the world’s policeman.
[T]he Republican president managed to make the meeting revolve around his interests — the debate about the 5% — and left out ... the White House’s attitude toward the Kremlin.